
Adriana Rodríguez Molano
Analista política, Máster en Sociología política y política comparada de la Universidad París 10 Nanterre y Máster en Análisis de problemas políticos, económicos e internacionales contemporáneos de la Universidad Externado de Colombia.
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Las recientes elecciones en Ecuador no siguieron el mismo patrón que en Estados Unidos y Argentina. El pueblo no eligió a un show man vociferante que convence lanzando incongruencias propias del radicalismo de la extrema derecha y haciendo pequeños espectáculos mediáticos para captar votos de incautos electores o de declarados fascistas. Daniel Noboa, elegido presidente del Ecuador el 13 de abril en cuestionables circunstancias, no recurrió a tácticas propias de un marketing político inspirado en los reality shows. Sin embargo, no es menos siniestro que Trump o Milei.
Como Trump, Noboa es millonario gracias a una fortuna familiar. Un imperio bananero familiar, no exento de unas cuantas denuncias, entre ellas las formuladas por Human Rights Watch. La organización de defensa de derechos humanos reveló que el Grupo Noboa y otras empresas bananeras adquieren sus bananos de plantaciones que hacen uso de trabajo infantil, condiciones laborales nefastas para los trabajadores y obstáculos a la libertad sindical.
Pero las cosas no paran ahí. En 2020, 2022 y 2024 se encontró cocaína camuflada lista para ser enviada al extranjero junto con los bananos que la compañía familiar exporta. El periodista que dio a conocer los reportes de incautación de la droga tuvo que salir corriendo al extranjero para salvar su vida.
Tanto el nepotismo como la persecución política marcó el anterior gobierno de este personaje que presume ser de “centro izquierda”, aunque él mismo dice, que más hacia al centro, supongo que un poco al estilo de Claudia López. En efecto, en la realidad ha aplicado políticas neoliberales con brochazos sociales no demasiado contundentes.
En cuanto a prácticas nepotistas, varios contratos con el Estado, unos recientes en el sector de la alimentación escolar, otro en el sector de compra de energía a una empresa turca y otros renovados de gobiernos anteriores en el sector de venta de etanol anhidro, fueron adjudicados a su tía … Isabel Novoa.
La persecución política habría manchado también su anterior mandato, en particular hacia la vicepresidenta de Ecuador, Verónica Abad. Habiendo sido elegida por voto popular, fue sin embargo destituida por decreto presidencial, tres meses antes de las recientes elecciones, lo cual generó debate en cuanto a la legalidad de la decisión. La relatora especial sobre la violencia contra mujeres y niñas, junto con otros miembros defensores de derechos humanos de la ONU, le enviaron una carta de 13 páginas al mandatario, a raíz de las alegaciones de acoso político e intimidación sobre la vicepresidenta, para que diera aclaraciones al respecto e instar al gobierno a tomar las medidas necesarias para proteger los derechos y las libertades.
Veamos ahora lo que sucedió en las recientes elecciones que enfrentaron a Noboa y a la progresista Luisa González.
El estado de excepción decretado por Noboa 24 horas antes de las elecciones en las provincias en donde su contendora había triunfado en la primera vuelta, resultó en una intimidación al votante. Intimidación que seguramente resultó muy efectiva ya que González en segunda vuelta, incrementó muy poco el número de votos, con tan solo 129.976 según resultados oficiales. Este estado de excepción supuso supresión de la inviolabilidad de domicilio, de la correspondencia y de la libertad de reunión y de tránsito y desde luego minó la posibilidad de garantizar unas elecciones verdaderamente libres y no cooptadas de antemano.
Lee Brown, observador internacional de Progressive International, denunció la presencia de soldados armados y con pasamontañas durante la transmisión televisada de los resultados parciales del Consejo Nacional Electora. Días después de las elecciones se habría filtrado una lista negra de 100 políticos progresistas, correístas o críticos del gobierno de Noboa, donde también figuraba la fórmula vicepresidencial de Gonzalez.
Para completar, ocho días antes de las elecciones, se puso en marcha un operativo en Nueva Prosperina, Guayaquil, de las fuerzas armadas del Ecuador con la colaboración de la polémica empresa de seguridad privada Blackwater (hoy conocida como Academi), que ha enfrentado acusaciones graves por masacres de civiles, torturas, violaciones de derechos humanos, espionaje y actividades encubiertas. Las 68 personas que capturaron ese día, en lo que llamaron una lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, salieron libres pues no hubo pruebas ni antecedentes para condenarlos. Pero sabemos que aquí, lo importante es la escenificación y el miedo infundido a la población ecuatoriana en periodo preelectoral de segunda vuelta, táctica sutil en medios militarizados y de corte dictatorial.
Tras el resultado electoral, González solicitó la revisión de las actas pues muchas de ellas venían sin firmar, así como una auditoría pública del registro electoral por presunta alteración en la cadena de custodia.
Alrededor de tres mil actas tenían inconsistencias detectadas por los testigos electorales. Lo cierto es que, hasta la fecha, esto no se ha dado y muy probablemente no se dará, en particular porque la OEA validó los resultados de las elecciones considerándolas transparentes y exentas de irregularidades significativas. Esto no es de extrañar en la medida en que, de acuerdo con un artículo publicado por CBS News, un informe de inteligencia de Estados Unidos sobre las elecciones en Ecuador “concluyó que una victoria del presidente Daniel Noboa en las elecciones del domingo frente a su rival Luisa González serviría mejor a los intereses de Estados Unidos durante los próximos cuatro años”.
A esto habría que agregar que los Estados Unidos y Ecuador oficializaron el pasado 10 de diciembre la instalación de una base norteamericana en las Galápagos.
Por el lado latinoamericano, curiosamente, la mayoría de los presidentes, incluidos Boric y Lula, saludaron el triunfo de Noboa, así como Laura Sarabia, quien literalmente lo felicitó poco antes de que el presidente Petro manifestara a través de numerosos mensajes en la plataforma X que tenía sus reservas ante el triunfo de Noboa y dando los argumentos del caso. Hasta el sol de hoy, la canciller no ha emitido un nuevo comunicado al respecto, poniendo de manifiesto una falta de alineación por parte de ella con el presidente en materia de política exterior colombiana frente a Ecuador.
Por su parte, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, calificó de muy dudoso el triunfo de Noboa. No es de extrañar ya que ella fue espectadora del talante del mandatario ecuatoriano cuando fuerzas ecuatorianas, violando la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas, irrumpieron en la Embajada mexicana dos meses antes de que ella fuera elegida presidenta. Noboa consiguió detener al exvicepresidente Jorge Glas que había recibido asilo por parte de México bajo el gobierno de Lopez Obrador. El presidente mexicano retiró su personal diplomático de Ecuador y la hoy presidenta mexicana ha manifestado que no reanudará relaciones diplomáticas mientras que Noboa sea presidente.
En América Latina, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños – CELAC no emitió ningún comunicado respecto al resultado de las elecciones como sí lo hizo en el 2019 respecto al golpe de estado en Bolivia contra Evo Morales. Por el contrario, la CELAC Social que no forma parte de la CELAC oficial, optó por hacerlo. Esta plataforma de movimientos sociales latinoamericanos manifestó y argumentó con contundencia “el grave atentado contra la voluntad popular” y expresó su apoyo a Luisa González, denunciando todos los actos perpetrados por Noboa en detrimento de la democracia.
El autoritarismo y las prácticas poco democráticas, así como el servilismo frente a Estados Unidos ponen de manifiesto una vez más, cómo las oligarquías en América Latina continúan y continuarán funcionando: cabeza gacha frente a Estados Unidos y altivez frente al pueblo. Esto se aplica al caso concreto de las elecciones ecuatorianas, aunque también sorprende y preocupa que el progresismo en su globalidad no haya reaccionado de manera diferente ante lo acontecido en Ecuador.
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