Juliana Villegas
Periodista y diseñadora gráfica
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A falta de pan, buenas son tortas, decían mis abuelas, para dar a entender que cuando no hay lo que se necesita para arreglar un asunto, una puede usar lo que encuentra y solucionarlo. Algo similar está pasando hoy en la política colombiana: a falta de políticos que puedan oponerse y derrotar a Petro con argumentos, han aparecido periodistas que pretenden hacerlo, usando el chisme, las noticias falsas y la mentira como armas.
Uno de los más reconocidos creadores y divulgadores de ofensas y falsedades es Daniel Samper Ospina. Dice una y otra vez las mismas frases, los mismos inventos. Trina en X, por ejemplo, y después escribe una columna idéntica a sus trinos; más tarde hace una presentación en vivo que es un resumen de sus trinos y columnas. Repite y repite lo que él cree que es cómico.
No puede probar que sea cierto algo de que lo dice. Una lo lee y/o lo escucha y queda con la sensación de él no entiende de qué habla. Se limita a repetir. Parece uno de esos loros pequeños. Un periquito.
Hace algunos días, por ejemplo, Periquito Samper trinó que nunca había visto el país más descuadernado que ahora.
Según eso, hubo un descuaderne menor cuando, bajo el gobierno de Uribe Vélez, se presionó a los mandos militares a entregar “resultados operacionales”, es decir, a aumentar cifras de enemigos dados de baja. Aunque ese aumento se lograra asesinando civiles indefensos.
No le parece un mayor descuaderne que el entonces presidente, para enfrentarse a Periquito, lo hubiera acusado de ser un pederasta. No le pareció. Solo lloró desconsoladamente, protestó, afirmó donde quisieron escucharlo que la salud mental de sus hijas estaba en riesgo y que él nunca ni jamás, que de pederastia nada. Que como se les ocurre, que una cosa es ser pendejo y otra pervertido.
Tampoco le parece que sea un descuaderne peor que el actual que, ese mismo presidente, hoy procesado penalmente, ordenara cambiar la Constitución Política para poder reelegirse y comprara votos de congresistas a fin de que le aprobaran esa reforma.
Un descuaderne menor, diría Periquito Samper en plena juma, es que el mismo Uribe diera las directrices necesarias para que el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) se dedicara a espiar a magistrados de la Cortes Suprema de Justicia y de la Constitucional, a los políticos que se le oponían al uribismo, a activistas sociales y políticos contrarios al uribato y a periodistas que lo denunciaban o mostraban las noticias de forma que no le convenía a Álvaro Uribe.
No le parece un descuaderne brutal que, ante las movilizaciones sociales del 2021, el presidente Iván Duque hubiera apoyado que civiles armados dispararan contra quienes protestaban y que el ESMAD dejara tuertos a varias docenas de manifestantes atacándolas con balas de goma lanzadas directamente hacia sus ojos.
O que ese mismo ignorantazo, de quien Periquito afirmó que “era el menos barra brava de la camada” de uribistas, fuera a España y le dijera al Rey Felipe VI que “El presidente Uribe lo quiere mucho” y que, luego, en una reunión internacional de altísimo nivel, hiciera la presentación de su modelo económico como si éste fuera el viejo cuento infantil “Blanca Nieves y los 7 enanitos”
Pero, así es Periquito Samper. Hombre de juicio rápido e irreflexivo. Todo acelere, todo a la velocidad del rayo, todo mandíbula apretada o desbarajustada, como un caballo que jetea. Pasando rapidito de la tristeza a la alegría, a la agitación, al éxtasis. Y ahí, en pleno éxtasis, es cuando más habla y escribe. Entonces muestra y describe mundos que no existen y él, que en esos momentos se siente crack, cree que está haciendo humor político.
Puede negar cualquier realidad, deformarla o mentir, si, en medio de un embale, cuando se le estallan los petardos en la cabeza y se va a un viaje de recorrido corto, su motor -a la nariz pegado- le da alas para ofender a Petro.
Ignoro si el presidente de la República le para bolas a esas ofensas diarias que, en su contra, escupe Samper. De todos modos, no creo que Gustavo Petro Urrego salga a intercambiar ofensas o a sugerir que su difamador pronuncia mal su propio apellido porque permanece jincho o trabando la rasca: Sambear Opsina. Tampoco creo que algún día se ponga de acuerdo con Uribe y afirme que Periquito es pederasta.
El presidente debe saber que Daniel, desde su cada vez más lejana adolescencia, no es más que un aspirador frustrado.
Aspira lo que le pongan al alcance de las ñatas: ser cómico, payaso o cuenta chistes es una de sus aspiraciones más grandes; ser periodista, más que vocación o herencia familiar, es otra aspiración de Periquito, desde cuando dirigía el periódico escolar El Aguilucho. No resiste la tentación de aspirar y aspirar. Aspira a ser analista u opositor político, convocador de marchas, contradictor sin más argumentos que los chismes que le soplan y, después, él sopla.
Qué aspiradora tiene Periquito. ¡Qué aspiradera!
Todo lo que aspira pretende conseguirlo fabricando ofensas contra Petro. Y, si alguien le responde, es porque ese o esa opinan gracias al pago que reciben en algo que él llama “Asobodegas o bodega petrista” y, por lo mismo y tanto, no puede entender el supuesto fino humor de ese pegostre de nariz untada.
Periquito Samper es igual a Pacho Santos: el imbécil de la familia. Imbéciles con ínfulas de aristócratas que aspiran a destacarse en la vida pública y se huelen en dónde están las oportunidades de lograrlo.
Aristócratas de la aspiración y el olisqueo, ejerciendo como jefes de la oposición para parar a Petro, según dicen.
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