
Lina Álvarez Reyes
Colombiana en el exterior. Hace parte del Comité Noruego de Solidaridad con América Latina (LAG), Fred i Colombia
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Antes de dormir, abrí Los Mitos del Sol de Hugo Niño. Leí el relato de “Mama-Niuwi”, del pueblo Kogui de la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia. Una historia profundamente poética y filosófica. Nos cuenta cómo nació el Sol, cómo despertó el mundo. Pero, sobre todo, habla del poder transformador del amor, la aceptación, el equilibrio y de las emociones humanas. De cómo la luz brota desde la oscuridad.
Después de cerrar el libro, me quedé un rato en silencio. Pensé en mi infancia en la Sierra, en las palabras de Ade y Mama-Santos por allá en los años 90. Pensé en las grandes guías de mi infancia. En sus maneras de cuidar la vida.
Minutos después, me sonó el celular con la noticia: “Falleció Pepe Mujica.” A Mujica lo sumé a mis pensamientos. Otro gran guía que también marcó mi infancia.
Así, este 13 de mayo quedará en mi memoria como el día en que Mama-Niuwi y Pepe Mujica se encontraron por primera vez.
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Niuwi no era el héroe esperado. Era pequeño, sin luz, incluso torpe. Pero aceptó el llamado. Fue vestido de oro por la comunidad, soplado hacia el cielo por los sabios, y así se transformó en Sol. Su luz no venía del poder ni del brillo superficial, sino del amor, del sacrificio, del deseo de servir. Fue una luz colectiva, tejida con ternura y decisión.
Pepe Mujica, como Niuwi, fue luz sin buscarlo. Fue grande sin pretenderlo. Su vida, sencilla y sin adornos, nos mostró que lo esencial no necesita brillo. Que la terquedad puede ser digna. Que la coherencia puede ser revolucionaria. Que la política puede nacer del amor.
Niuwi se elevó en silencio y, tras él, quienes lo amaban buscaron alcanzarlo. No lo lograron, pero nos dejaron cenizas de memoria, de duelo, de humanidad. Mujica parte ahora, y aunque no podamos seguirlo, nos deja esa misma luz: una forma de vivir que alumbra.
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El sol seguirá saliendo. Algo seguirá alumbrando incluso cuando nos duelan las pérdidas.
Porque hay seres que no desaparecen. Se transforman en claridad.
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