
Víctor Solano Franco
Comunicador social y periodista
•
El posible cierre del Estrecho de Ormuz —pasaje estratégico por donde transita alrededor del 20 % del petróleo mundial— podría convertirse en una pesadilla económica global, y para Colombia, una factura muy costosa. Tras recientes ataques estadounidenses a infraestructuras nucleares en Irán, el precio del crudo Brent repuntó hasta los USD 81 por barril, para luego estabilizarse cerca de los USD 77. Sin embargo, la amenaza persiste: el parlamento iraní ya avaló la medida, aunque la decisión final recae en el Líder Supremo Jamenei.
Si finalmente Irán cierra el Estrecho, el impacto sería inmediato. Expertos proyectan que el precio del petróleo podría superar los USD 100, incluso alcanzar los USD 130 en escenarios prolongados. Goldman Sachs estima que, con solo un mes de cierre, el crudo podría trepar a USD 110 el barril. El encarecimiento no solo golpearía los bolsillos de los consumidores —la gasolina subiría dramáticamente— sino que desataría una espiral inflacionaria que erosionaría el poder adquisitivo y afectaría costos logísticos, industria, transporte y el agro.
Para Colombia, exportador neto de crudo, hay una doble cara: un incremento temporal del precio beneficiaría las arcas del Estado, pero el impacto en el costo de vida podría llegar a ser significativo. Además, la incertidumbre en los mercados tendería a frenar inversión y encarecer el crédito, elevando los riesgos macroeconómicos. El último episodio ya desató fuertes oscilaciones: en solo 24 horas, el Brent cayó cerca del 17% tras señales de un alto al fuego entre Israel e Irán.
Históricamente, las crisis en Ormuz o en otros pasajes estratégicos (como el Golfo de Omán o el Mar Rojo) han desencadenado alzas bruscas en combustible y energía. Aquella crisis del petróleo de 1973 no fue algo aislado, sino un espejo de lo que un nuevo cierre podría provocar en estos tiempos: inflación, escasez y recesión.
No solo ante este panorama, sino como una nota mental que debemos hacernos siempre, Colombia debe prepararse para las coyunturas pero con mirada estructural en el mediano y largo plazo también. Es urgente diversificar fuentes energéticas —fortalecer hidroeléctrica, gas, renovables—, no renunciar a las reservas de hidrocarburos que están en el subsuelo colombiano y buscar respaldos en reservas internacionales de combustibles. Si al Estrecho de Ormuz le ponen el candado, el país no puede responder con improvisación.
La urgencia ya está sobre la mesa. Colombia debe fortalecer su resiliencia ante la volatilidad internacional y evitar que lo que ocurra en Medio Oriente termine cargándose al bolsillo de sus ciudadanos.
Deja una respuesta