
César Torres Cárdenas
Investigador, consultor y profesor
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El 24 de octubre pasado, el Presidente Petro fue incluido en la Lista Clinton por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos de América (EUA). “El Tesoro sanciona al presidente de Colombia, Gustavo Petro, por su rol en el tráfico ilícito de drogas”, informó el Departamento de Estado en su cuenta de X.
Tres semanas después, el 14 de noviembre, el periódico español El Mundo informó el inicio de la operación Lanza del Sur, organizada y ejecutada por el gobierno de Donald J. Trump (DJT). Según dicho medio, el Caribe se convertiría en una olla a presión y, al parecer, uno de los objetivos más importantes de dicha operación sería capturar o deponer al Presidente Nicolás Maduro.
El martes 16, se informó que el grupo de combate del portaviones USS Gerald Ford llegó a la zona de operaciones del Comando Sur de los Estados Unidos. Empezó a tomar posiciones en el mar caribe y ayuda a controlar una zona marítima que incluye el sur oriente del Golfo de México, el oriente de Centro América y el norte de América del Sur. Claro, también queda en posición de lanzar o complementar una ofensiva militar sobre Venezuela y Colombia.
Según Pete Hegseth, Secretario de Guerra de EUA «Esta misión protege a nuestra patria de las drogas que están matando a nuestra gente. El hemisferio occidental es la vecindad de Estados Unidos y la protegeremos».
Con una docena de barcos de guerra y algo más de 15 mil soldados en esa zona marítima, Trump decretó el cierre del espacio aéreo de Venezuela. Todo parece indicar que hay un asalto militar en curso.
La pregunta es ¿Qué busca obtener Estados Unidos metiéndose en otra invasión que puede resultar tan fallida como las de Vietnam, Cuba o Afganistán?
Si sigue siendo cierto que “Estados Unidos no tiene amigos, solo tiene intereses”, como lo dijo el ex Secretario de Estado John Foster Dulles a mediados del siglo pasado y luego repetido una y otra vez por quienes lo sucedieron en el cargo, cabría suponer que el objetivo de este despliegue militar es económico y geopolítico.
Esta suposición cobra más sentido si se tienen en cuenta las cifras acerca del tráfico de drogas presentadas por la BBC el 25 de octubre. Ellas muestran que, contrario a lo que opina Hegseth, la droga que está matando a la población viciosa de EUA se fabrica en su propio país y en México, se trafica vía terrestre y se llama fentanilo. Ese informe también mostró, mediante mapas desclasificados, que la mayor parte del tráfico de cocaína desde Centro y Sur América se hace a través del océano Pacífico.
En materia de economía del narcotráfico, la misma cadena británica informó en 2016 que “En 2008, el rendimiento económico del mercado estadounidense de cocaína ascendió a US$35.000 millones. El cultivo de coca en los países productores recibió unos US$500 millones.” Misión Verdad, por su parte, usando datos del Departamento del Tesoro estadounidense, estableció que, entre 2020 y 2024, se han puesto en circulación legal un promedio de 170 mil millones de dólares provenientes del narcotráfico cada año. ¡Ciento setenta mil millones de dólares anuales!
Se puede concluir que la economía de EUA puede permitir el contrabando de drogas de uso ilícito y que, más aún, siempre se ha beneficiado de dicho comercio ilegal. Resulta poco probable, entonces, que el aumento de la presencia militar estadounidense en esta región, obedezca a una estrategia de lucha contra las drogas.
En cambio, existe otra hipótesis: el cerco militar, la presión económica, política y mediática y el posible derribamiento del gobierno venezolano por medio de una invasión estadounidense, tienen relación, primero, con la necesidad de controlar las tierras o minerales raros que existen en Venezuela y, segundo, con el propósito de Trump de mantenerse en el poder.
Las tierras o minerales raros permiten que funcione la vida moderna tal como la conocemos hoy en día: sirven para fabricar teléfonos celulares, paneles solares, computadores portátiles y automóviles híbridos, sistemas de guía de misiles, satélites espaciales, sistemas de comunicación y de defensa antimisiles.
Según la radiodifusora alemana Deutsche Welle, China tiene el control mayoritario de la cadena de suministro (exploración, explotación, producción y comercialización) de esas tierras. Mejor dicho: China domina el mercado de los minerales raros que hoy se usan en casi todas las ramas de la industria y nos permiten vivir como lo hacemos ahora.
China y los Estados Unidos se disputan ese mercado en una guerra arancelaria que aún no define vencedores ni vencidos. Y ahí Venezuela cobra importancia.
Desde 2016, Venezuela se están desarrollando tres planes estatales complementarios que tienen todo que ver con minería, en general y con tierras raras, en particular. Para el periodo 2019-2025, ese país está concretando estos tres planes con las siguientes denominaciones: Plan de la Patria que promueve el desarrollo del sector de minería como uno de los ejes económicos sobre los cuales se puede construir un nuevo sistema productivo; Motor Minero que pretende mostrar la importancia y promover el desarrollo minero del país; el Plan Sectorial Minero 2019-2025 que tiene inversiones, tiempos, movimientos y productos claramente especificados y verificables y está logrando generar empleo, diversificar ingresos y mejorar la situación económica general de Venezuela.
En esas circunstancias, para Estados Unidos resulta más rápido, barato y eficaz tumbar al gobierno venezolano, interrumpir sus planes de minería, invadir el país, poner un gobierno títere y hacerse con su riqueza, que continuar una guerra económica de resultado imprevisible con China.
Un beneficio colateral sería el crecimiento económico del sector militar armamentístico de la economía de EUA: fabricación de armas, asesoría, entrenamiento y re entrenamiento de combatientes, logística, alimentación, avituallamiento de tropas y transporte de todas las modalidades para hacer la guerra, serían algunos de los aspectos que fortalecerían a ese sector y, de paso, fortalecería la imagen y el poder de Trump y sus seguidores de cara a las próximas elecciones. Otro beneficio para DJT, también colateral, sería quitarle cualquier protagonismo internacional al presidente que, al menos verbalmente, se la enfrentado con mayor pugnacidad: Gustavo Petro.
De manera que el posible ataque militar estadounidense, combinaría la táctica de invasión usada contra Irak, con el asalto rápido usado contra Noriega en Panamá. Una vez más la muerte se convertiría en un negocio jugoso y pulpo y sería la razón para que los Estados Unidos decida invadir a Venezuela y, quizá, atacar a Colombia.


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