
Manuel Humberto Restrepo Domínguez
Profesor Titular de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Ph.D en DDHH; Ps.D., en DDHH y Economía; Miembro de la Mesa de gobernabilidad y paz, SUE.
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Algunos museos son el puente que conecta, mediante fotografías, artefactos y relatos, a viejas y nuevas generaciones para impedir el olvido, reclamar justicia, darle rostro a las víctimas y a los victimarios y llamar la atención para que la crueldad no se repita.
El museo de Auschwitz en Alemania, por ejemplo, muestra cámaras de gas, alambrados, trozos del pijama y rostros inhumanizados asediando a las víctimas. El Museo de la Guerra de Vietnam, por su parte, es un compendio de herramientas pedagógicas indispensables para promover la paz, la armonía y la reconciliación entre seres humanos, para mantener la esperanza y condenar las humillaciones y la bestialidad de la guerra.
Este país, que sufrió la invasión francesa y, después, el intento colonizador de los Estados Unidos y los derrotó a ambos, creó el mencionado Museo. Está ubicado en el corazón de Ciudad Ho-Chi- Minh (antigua Saigón) muestra elementos históricos, éticos y pedagógicos, que trascienden el contexto local y crean un sentimiento y una racionalidad contra la barbarie y la falta de humanidad de guerreros, políticos, supuestos pensadores y empresarios promotores de la guerra, de todas las guerras.
Visitando este museo se puede crear conciencia acerca de la necesidad e importancia de respetar la vida y la dignidad de cada ser humano y de cada pueblo y nación realmente soberanos.
Es un lugar universal de memoria, reflexión y conciencia humana. Lo que allí está exhibido muestra la guerra de Vietnam (1955-1975) no con el imaginario de un conflicto bélico entre ideologías durante la guerra fría, sino como un episodio prolongado de crueldad y odio, que dejó cicatrices profundas en la historia moderna. Este museo permite comprender las dimensiones humanas, políticas y éticas del conflicto y resulta crucial para la conciencia colectiva de la humanidad.
Fue inaugurado en 1975 bajo el nombre “exhibition house of US and puppet crimes” (casa de exhibición de los crímenes estadounidenses y sus títeres) y renombrado en la década de 1990. Su objetivo es preservar la memoria de la guerra, del sufrimiento humano y de las consecuencias devastadoras que la guerra trae para la población civil, la cultura y medioambiente del país.
Más que un repositorio de objetos históricos es un monumento pedagógico que desafía la narrativa simplista de vencedores y vencidos e invita a una reflexión humanizadora sobre las consecuencias de la confrontación armada.
Está organizado en secciones que combinan elementos visuales, testimonios y artefactos.
Se pueden ver, primero, las prisiones, los centros y objetos de tortura aplicados por Estados Unidos, violando todas las normas que pretenden obligar a respetar la dignidad. Luego, están las armas de guerra: tanques, aviones, helicópteros, minas, fusiles, etc, todas ellas abandonadas y/o capturadas por el Ejército Vietnamita a los agresores franceses o norteamericanos. Queda clarísima la superioridad militar de estos últimos y la asimetría -en materia técnica, tecnológica y armamentística- que tenían sobre el agredido que resultó vencedor.
Después, se encuentran algunos testimonios y artefactos personales: cartas de soldados, uniformes y objetos cotidianos de prisioneros, que ilustran la resistencia y el sufrimiento humano.
Las galerías interiores exhiben imágenes de víctimas civiles. Están las fotografías icónicas y los respectivos fotógrafos internacionales y locales que pusieron su vida al servicio de la verdad y murieron allí (no sin antes revelar, con sus obras, el horror sin filtro alguno). Ellos reciben un homenaje con la colección “Requiem”.
La sección sobre el agente naranja es particularmente impactante. Documenta el uso de herbicidas tóxicos por parte del ejército estadounidense y los devastadores efectos, casi permanentes, en la salud y en el ecosistema. Allí están, juntas, las obras creadas por sobrevivientes y artistas contemporáneos que reinterpretan el trauma colectivo, fusionando la tradición vietnamita con la denuncia social.
El museo de la guerra de Vietnam va más allá de la narración de la historia nacional o de la guerra que sufrió este pueblo ejemplar. Es un espejo ético de la humanidad. Centra su relato en las víctimas (campesinos, mujeres, niños y soldados anónimos) toma distancia de las narrativas de la historia contada por el gran agresor, que está de regreso, solo que ahora quiere tomarse por asalto el mundo entero de la mano de un puñado de billonarios globales para quienes la vida humana de los otros es apenas una mercancía de reducido valor.
Al preservar las historias de barbarie, el Museo evita que el dolor se diluya en el tiempo y cuestiona la glorificación de la violencia. Hace un aporte a la educación para la paz, al mostrar las secuelas de las decisiones políticas -como el uso de armas químicas, la tortura despiadada o los bombardeos indiscriminados.
Funciona como una advertencia sobre los límites de la acción militar y de respeto al Derecho Internacional Humanitario y los Derechos humanos; expone cómo la deshumanización del “enemigo” conduce a atrocidades, como ocurre ahora con el genocidio en palestina; promueve un diálogo global de reconciliación como espacio para comprender el costo humano de la guerra desde el «otro lado», fomentando empatía y el rechazo a repetir horrores. Y, por último, crea conciencia ambiental, ya que la guerra destruye no solo vidas, sino también la tierra, el agua y el futuro, con consecuencias irreparables para el planeta y recuerda que la guerra es un ataque contra la vida en todas sus formas.
El Museo de Guerra de Vietnam es un legado para la humanidad. No resulta cómodopara victimarios, ni guerreristas, ni negociantes de la muerte. Hay imágenes desgarradoras y relatos de sufrimiento que confrontan al visitante con la crudeza de la guerra, lejos de heroísmos ficticios.
Esa incomodidad es necesaria. La conciencia humana la requiere para desafiar la indiferencia y obligar a mirar lo que produce la arrogancia de los poderosos que persisten en hacer la guerra, consentir la barbarie y vivir cómodamente en impunidad.
El museo llama a recordar que detrás de cada hecho de crueldad y de cifras estadísticas, hay rostros y hay historias humanas, y que la paz es también la presencia de justicia y memoria. El museo honra a Vietnam, a este pueblo que luchó hasta cambiar su destino trágico y también ilumina el camino para decir que sí es posible una ética global más compasiva, sin villanos ni billonarios que quieran imponer la muerte. P.D. Gratitud con el pueblo de Vietnam que logró crear conciencia acerca de los horrores de la guerra, destruir a la guerra misma, derrotar al imperio, construir la paz y forjar su presente y su futuro.
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