Víctor Solano Franco
Comunicador social y periodista
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Cuando se habla de Santander, a menudo se destaca una imagen marcada por la corrupción, la violencia y el carácter áspero de sus habitantes. Los medios de comunicación, con frecuencia, pintan un retrato unidimensional de nuestro departamento, resaltando lo negativo y perpetuando estereotipos. Pero los santandereanos somos mucho más que esos estigmas, y es crucial reconocer y celebrar nuestras múltiples facetas.
Es cierto que nuestra manera de hablar, con un «sonsonete golpeado», puede sonar agresiva a algunos oídos. También es verdad que nuestra historia está teñida de conflictos, desde las guerras civiles del siglo XIX hasta la Guerra de los Mil Días, y que el ELN tuvo sus raíces aquí. Sin embargo, reducir nuestra identidad a estas características es reduccionista e injusto.
En Santander también vibran la pintura, la danza y la música. Tenemos una rica tradición musical con artistas como los Hermanos Martínez, el tiple de Pacho Benavides, la maestría de un Luis A. Calvo y la riqueza poética de José A. Morales, cuyas canciones no solo tienen la melancolía campirana, sino también los bambucos alegres y festivos. Los géneros como el torbellino y la guabina no solo reflejan nuestra herencia cultural, sino que también invitan a disfrutar de la vida, a ser amables y colaborativos.
La cumbia en sus diversas formas –lo hemos venido descubriendo todos los colombianos en las últimas semanas a raíz de que el Atlético Bucaramanga está de moda y sus hinchas más comprometidos son fieles seguidores de la cumbia villera– también es parte de nuestra identidad. Nos recuerda que, más allá de los conflictos y la agresividad percibida, somos capaces de celebrar y de conectar a través de la música. La cumbia pegadita o villera, con su ritmo contagioso, es un testimonio de nuestra capacidad de gozar y de construir comunidad.
No somos simplemente los reyes de la violencia y la envidia; somos el olor a la panela en los trapiches y a la guayaba madura, los sabores de nuestras tierras, y la calidez de nuestra gente.
No todos los políticos santandereanos son groseros y superficiales, buscando apoyo a través del escándalo. En nuestra comunidad también hay líderes comprometidos con la justicia social y la defensa del medio ambiente. Somos los defensores del Páramo de Santurbán, luchando por preservar esta joya natural, y somos los pequeños mineros que buscan maneras sostenibles de utilizar los recursos de nuestras montañas sin destruir nuestro entorno.
Es fundamental que los santandereanos nos re-apropiemos de nuestra narrativa, que reivindiquemos y mostremos al mundo nuestras cualidades positivas y nuestras riquezas culturales. Somos una región diversa y compleja, con una historia difícil, sí, pero también con un presente lleno de talento, creatividad y amor por nuestra tierra.
No permitamos que los estereotipos definan quiénes somos. Celebremos nuestras tradiciones, nuestra música y nuestra capacidad de resiliencia. Reconozcamos y apoyemos a quienes trabajan por un Santander mejor, desde los defensores del medio ambiente hasta los artistas que nos inspiran. Somos más que nuestros problemas; somos una comunidad vibrante y llena de vida, y es hora de que el mundo lo sepa.
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