César Torres Cárdenas
Investigador, consultor y profesor
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El pasado miércoles 10 de julio, cerca del mediodía, la selección colombiana masculina de futbol, empezaba a prepararse para disputar la semifinal de la Copa América. Jugaría contra uno de los equipos considerados grandes: la selección del Uruguay. Al mismo tiempo, la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez Mina, y la ministra de Educación, Aurora Vergara, estaban en el municipio de Suárez, Cauca. Visitaban el predio en el que se construirá la sede regional de la Universidad del Valle.
Una vez terminada su actividad, Francia Márquez se fue para Cali en helicóptero a cumplir compromisos oficiales. Otras personas se movilizaron en las camionetas que hacen parte de su esquema de seguridad. El diario español El País informó: [e]l carro principal de la caravana de la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, [fue] impactado este miércoles por una bala cerca del municipio de Timba (Cauca). El proyectil, al parecer de fusil, entró en el vehículo después de impactar en el techo, justo por encima del vidrio panorámico, y no causó heridas a ninguno de sus ocupantes.
Ese día, nuestro país hubiera recibido dos buenas nuevas: la selección será finalista en ese torneo continental y, dentro poco, habrá universidad en una de las zonas más afectadas por las violencias.
Pero, como si un genio de la propaganda sucia se empeñara en no permitirnos gozar las buenas noticias que ocurren durante este periodo presidencial, el disparo contra el carro de seguridad de la vicepresidenta fue la información que copó la tarde. Se le dio poca o ninguna importancia al plan de tener una universidad en esa zona del país.
Después, ganó la selección Colombia que jugará la final contra su similar de Argentina. Y, con ese triunfo, quedó poco recuerdo del proyecto de educación superior en Suárez y del atentado que sufrió la caravana de la Vicepresidencia.
Los hechos ocurren y la prensa debe informar lo que acontece. En eso, no puede haber la más mínima duda. Tampoco, hay duda de que periodistas, jefaturas de redacción y direcciones de los medios deciden el orden de importancia de las noticias y, por lo tanto, el despliegue que se da a cada una de ellas.
El miércoles pasado, esos medios decidieron que lo menos importante era la visita al predio en el que posiblemente se construya la sede de la Universidad del Valle en la Provincia Norte del Cauca. La violencia y el futbol, según ellos, es lo relevante.
Son los mismos medios que, durante varios días, a partir del 11 de enero de 2023, publicaron que el papá del presidente Petro tenía novia y ella sería nombrada en un alto cargo de la Cancillería. La revista Cambio lo dijo así: “[l]a Cancillería tiene listo el decreto con el que la pareja sentimental del padre del presidente asumirá funciones diplomáticas, sin experiencia, en la península ibérica”. Era mentira. Si ustedes entran al enlace de ese medio, verán que ya rectificaron, pero dejaron en el ambiente que el presidente y su familia pueden ser corruptos.
Son los mismos medios, como Semana, El Tiempo, Caracol y El Espectador, que, sobre la base de entrevistas a dirigentes de oposición política y a promotores del golpe de Estado (fuerte o blando), intentaron en marzo y abril de 2023 construir un escándalo porque la vicepresidenta Márquez Mina se moviliza en helicóptero cuando va a zonas en las que hay altos niveles de violencia. No les prosperó la idea, pero dejaron instalado en el imaginario que ella se aprovecha de su cargo, no para servirle a la gente, sino para su beneficio personal, tal como lo hacen las politiqueras tradicionales.
Podría dedicar esta columna a mostrar cómo los medios de comunicación con mayor impacto y cobertura se radicalizan cada día más en contra de estos dos altos funcionarios del Estado, sus familias y sus más cercanos allegados y cómo pretenden poner a la población en contra del gobierno, no mediante denuncias fundamentadas en investigaciones sesudas y profundas, sino difundiendo chismes, rumores y consejas sobre la moralidad de sus víctimas.
Pero no vale la pena.
Lo que, en lugar de eso, puede resultar interesante preguntarnos es si hay algún grado de sincronización o coordinación entre esos ataques mediáticos, las propuestas de destituir al primer mandatario mediante jugadas y fallos judiciales, el crecimiento y avance del paramilitarismo y el llamado –velado o abierto– a las Fuerzas Armadas para que desobedezcan a su comandante supremo, que es el presidente de la República.
Si dicha coordinación existe, tendremos que aceptar una nueva realidad: quienes se beneficiaban del régimen narcoparamilitar que se extendió entre 1976 y 2022 pretenden recuperar el poder, combinando todas las formas de lucha.
Para enfrentar ese hecho, es importante, por supuesto, que quienes dirigen al Estado promuevan debates de alta teoría política, se defiendan de las acusaciones injustificadas e injuriosas, hagan reflexiones profundas y presenten ideas novedosas.
Pero, no basta con todo esto. Es fundamental mantener el apoyo de la ciudadanía al Estado de Derecho; es ella quien puede evitar que prospere el golpismo. Para lograrlo, el ejecutivo puede dar orientaciones simples, claras y contundentes.
Ya que el gobierno insta a que se visibilice y ejerza el poder constituyente, yo, como ciudadano que hago parte de dicho poder, hago cinco sugerencias:
- Que las personas que dirigen el Estado ejerzan su derecho a mantener la honra y el buen nombre sin denigrar de la humanidad de cada periodista, aunque sea promotor del golpismo.
- Que cada persona vinculada al gobierno sea y demuestre que es ajena a la corrupción.
- Que los equipos de abogados del Estado garanticen que cada acto jurídico del gobierno esté estrictamente apegado a la Ley, tanto en el contenido, como en la forma.
- Que no se negocie paz alguna con paramilitares y narcotraficantes, como si fueran actores políticos y, más bien se les ofrezca un plan de reducción de penas para que se sometan a la justicia.
- Que se desarrolle una negociación política con las insurgencias, siempre en el marco de la Constitución, la Ley y lo pactado entre las partes.
Es necesario gobernar sabroso, es decir, construyendo y difundiendo un discurso ajeno al odio y haciendo que las promesas se conviertan en realidades.
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