
Víctor Solano Franco
Comunicador social y periodista
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Colombia está coqueteando con una jugada de alto riesgo: estrechar relaciones comerciales con China a través de su ambiciosa plataforma global conocida como la Ruta de la Seda, justo cuando las tensiones entre el gigante asiático y Estados Unidos —nuestro histórico socio comercial, militar y político— están al rojo vivo.
El presidente Gustavo Petro, liderando con entusiasmo al bloque latinoamericano del CELAC, parece creer que puede seducir a ambos extremos del tablero geopolítico y salir airoso: obtener ventajas comerciales de China y forzar mejores condiciones de parte de Estados Unidos. Pero esta estrategia —si es que lo es— subestima algo esencial: la política exterior no se maneja con voluntarismo, y mucho menos con cálculo electoral de corto plazo. Menos aún si del otro lado está un personaje tan temperamental como Donald Trump, quien no perdonaría lo que considere un acto de deslealtad.
Y es que el golpe podría ser durísimo. Las exportaciones colombianas a Estados Unidos no son abstractas. Son flores que salen desde Cundinamarca y Antioquia; café que se cultiva en Caldas, Risaralda, Santander y Huila; banano que se embarca desde Urabá y Magdalena; textiles de Medellín; y autopartes de Bucaramanga. Afectar esa relación comercial —con represalias arancelarias, cuotas o regulaciones sanitarias más estrictas— significaría dejar sin ingresos a miles de productores, trabajadores y empresarios en todo el país.
Colombia exporta más del 27% de sus productos a EE. UU. China representa menos del 3%. Según el DANE, en artículo de La República, China es el país con el que Colombia tuvo mayor déficit comercial el año anterior. En 2024, los bienes importados de esa nación totalizaron US$15.936 millones, mientras que solo se exportaron US$2.377 millones. Sí, es sano diversificar mercados, pero no es prudente arriesgar el más grande y consolidado por la promesa de uno incierto. Más aún cuando, como se ha visto en otras latitudes, los beneficios de sumarse a la Ruta de la Seda pueden terminar más como deuda que como desarrollo.
Además, no hay que olvidar que la influencia geoestratégica también pesa. Colombia es aliada clave de Estados Unidos en la región, tanto por su posición geográfica como por su papel en la lucha contra el narcotráfico. Un cambio de orientación hacia China no sería entendido como simple apertura económica, sino como un giro político, con todo lo que ello implica.
No estoy en contra de abrirle las puertas a nuevos mercados. Al contrario, necesitamos que Europa, Asia, África y Centroamérica nos compren más. Pero una cosa es diversificar, y otra muy distinta es tensionar peligrosamente nuestra relación con quien más ha respaldado nuestro comercio.
Presidente Petro: no es momento de gestos temerarios. Si se pierde el mercado estadounidense, no lo reemplazará ningún discurso ideológico ni promesa asiática en el corto ni el mediano plazo. Lo que perderá Colombia —y lo que perderán nuestras familias exportadoras— será difícil de recuperar. Y ese costo político, económico y social no lo pagará el gobierno. Lo pagaremos todos y recuerde que no es ético ponerle una vela a Dios mientras se le pone otra al diablo…
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