
Octavio Gómez
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Que el poderoso ciclista danés Jonas Vingegaard se vaya a ganar la actual Vuelta a España -con sobrados méritos- pasó a ser una anécdota en esa carrera tan hermosa.
Ahora en esas carreteras se disputa otra competencia: la de la empatía con Palestina y la de la entropía de los equipos, los patrocinadores y, claro, los corredores.
Desde que entraron en «suelo ibérico» -déjenme usar expresiones de los narradores de turno- las llegadas y las salidas (especialmente pero no únicamente) se ven atestadas de gente con banderas de Palestina.
La cosa se puso color de hormiga cuando la «ronda» llegó al país Vasco, o mejor dicho, Euskadi. A las banderas se sumaron los letreros «Palestina askatuta», que en buen romance castellano es «Palestina liberada».
En una de las etapas, la que llegaba a Bilbao, hubo que suspender la llegada porque la gente armó un bollo tenaz cuando la «Ertaintza» -la policía vasca- se enfrentó con los manifestantes.
El lío con la gente euskotarrak (vascos) por su independencia no se ha resuelto aunque, por fortuna, ya no existe ETA.
Así que allá hay un sentimiento solidario, empático, muy grande con los sufrimientos del pueblo palestino.
La vuelta salió de Euskadi y se fue a Galicia.
Pues resulta que los galegos (como se dice gallegos en el idioma galego, un español viejo y dulce con toques de portugués) también armaron el despelote.
Los castellanos, donde ya se correrá mañana, anunciaron más protestas y la contrarreloj de mañana, en la hermosa Valladolid, va a ser más cortica por miedo a las protestas y los bloqueos.
¿La respuesta? Los corredores, en un acto de entropía -es decir, de desorden y caos-, hoy amenazaron con dejar de correr la ronda.
Uno entiende la importancia que tiene esa carrera, la tercera más importante del mundo por etapas, de los recursos y el tiempo necesarios para prepararse y correr, de lo duro que es montarse en una bicicleta por tres mil kilómetros en 21 días pero, por eso mismo, deberían tener empatía con los que sufren.
Al final de la tarde, porque se corre por la tarde, a ellos los recogen, los masajean, los miman, les dan buena comida y buen lecho por tanto sufrimiento.
Pero a los palestinos, no.
En la foto de AP, los ciclistas de un equipo de Israel -uno de los centros de las protestas- pasan delante de los manifestantes.
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