Domingo literario

Microrelatos del libro El pájaro que no canta de la escritora costarricense, radicada en Colombia, Jacqueline Coto Torres que con perspicacia y a veces con humor recrean una realidad que parece ficción.

Mamá, psicóloga, escritora, poeta y doula

PERAS Y MANGOS

Dada la imprudencia de esa niña al derrochar sus palabras, su padre le cavó un hoyo en una tierra lejana, y le dijo que solo allí podría decir todo lo que le viniera en gana, hasta la edad de quince. Los primeros años se conformó con caminar deprisa, los siguientes (gracias a la fortaleza de sus músculos) corría, y una vez frente al hoyo, en perfecta oratoria profería elaborados discursos.

Cuando cumplió quince años, preguntó a su padre si había llegado la majestuosa hora en la que el sonido de sus cuerdas vocales sería conocido por los demás, este, asustado por su extravagancia, le dijo que había llegado la hora de cavar su propio hoyo en una tierra aún más lejana. La joven, cuya voluntad superaba sus barreras, se empeñó en cavar, logrando un hoyo aún más profundo que el anterior. Tardaba medio día en llegar y el restante medio día lo gastaba en poner sus palabras en el hoyo.

Eso fue lo que me contaron cuando muchos, muchos, muchos años después, me encontré con un árbol que daba peras de plata y más allá (mucho más allá) con uno que daba mangos de oro.

ACATO INFANTIL

A él le dijeron que llegaría muy lejos. Tanto insistían familia, vecinos, maestros y amigos, que, decidido a cumplir con la expectativa, una mañana de tantas emprendió el rumbo para llegar muy lejos.

Y no volvió.

CASTIGO

El cuarto de los libros huele a moho y siempre está de noche, amanece un poquito cuando abro la puerta para buscar los cuentos que le gustan a Joaquín. A mí no me gustan porque mienten. Y las mentiras son malas. Eso me dijo la maestra cuando le negué haber apedreado a Joaquín. Pero lo hice porque él pecó y yo no nunca había pecado. Entonces me castigó por ser mala. Me puso en una esquina de la clase y mandó a llamar a mamá. Decidieron enviarme al cuarto de los libros y Joaquín me prestó su linterna.

He leído tantas mentiras que aprendí a mentir.

EL CARPINTERO POBRE

El carpintero pobre solo tenía un martillo, sin embargo, era capaz de ganarse la vida. Recorría los pueblos pregonando: ¡señora, señor, si tiene un clavito yo se lo puedo clavar!, movidos por la compasión lo hacían pasar, una vez dentro, gracias a su buen humor y a su buen verbo, lo hacían un comensal más, tales eran las risotadas de los presentes durante su estadía, que se olvidaban de darle el clavo, de modo que se veía obligado a regresar, quizá, la semana siguiente.

Lo mismo hacía en otros sitios, así era como el carpintero pobre, todos los días, daba en el clavo.

MUÑECA

La muñeca del escaparate tiene los dedos quebrados. A falta de venderse, el propietario inventó una historia que muchos compradores creyeron. Les dijo que en tiempos antiguos la muñeca luchó en las guerras, y muchas guerras dejan secuelas. Los compradores hacían fila para verla y la muñeca elevó su precio, el comerciante, no satisfecho con venderla en el valor de una casa, le pidió a su mujer que le tejiera un guante, con ello podría comerciarse al doble de su precio.

La muñeca del escaparate ahora tiene un guante dorado, y debajo, los dedos quebrados. El comerciante inventó que en una batalla perdió el otro guante. Los compradores hacen fila para verla y la muñeca elevó su precio, el comerciante, no satisfecho con venderla en el valor de dos casas…

La historia sigue, hasta que no encontramos con qué comparar el precio de la muñeca.

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