
Víctor Solano Franco
Comunicador social y periodista
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Especial para El Quinto
Nos podría pasar como con el chiste que para muchos es anécdota: Se acerca muy tímidamente el padre al hijo adolescente y le dice con tono serio: “Es hora de que tengamos ‘La charla’, que hablemos de sexo”, a lo que el hijo muy seguro y tranquilo le responde: “Sí, pá ¿Qué quieres que te explique?”…
En algún momento de nuestras vidas, muchos recibimos una conversación incómoda de parte de nuestros padres. Era aquella charla incómoda sobre los riesgos del mundo: del amor, del alcohol, del sexo, del fracaso, de las malas decisiones. Hoy, décadas después, ha llegado el momento de devolver el gesto. Con la misma mezcla de cuidado, paciencia, amor y firmeza, debemos tener una nueva conversación con ellos: la charla sobre su seguridad en Internet.
No es un asunto menor. Según Avast en su Informe Avast Safe Tech, el 84% de los adultos en el mundo ha intentado advertir a sus seres queridos mayores sobre comportamientos de riesgo en línea o estafas, pero muchos no les hacen caso. Más del 51% de los adultos mayores en el mundo ha sido víctima de delitos digitales, y el número sigue en aumento. Y es que mientras ellos se enfrentan a un entorno que cambia a velocidades vertiginosas, los ciberdelincuentes perfeccionan sus métodos de engaño usando ingeniería social, estafas románticas, phishing y hasta inteligencia artificial para fabricar realidades falsas. La generación que nos protegió de los peligros del mundo físico, hoy está expuesta en el mundo digital, muchas veces en soledad.
La mayoría todavía anota sus contraseñas en papel. Muchos creen que el ‘phishing’ tiene que ver con cañas y anzuelos. Y aunque sus hijos o nietos les advierten, apenas la mitad sigue los consejos. No por terquedad, sino porque las herramientas les son ajenas y el lenguaje técnico les resulta confuso. En consecuencia, terminan siendo blanco fácil para fraudes que, en muchos casos, les roban no solo dinero, sino también tranquilidad. Hace unos años les pasó a mis papás…
Por eso, más que regalarles otro celular o tableta, debemos regalarles nuestro tiempo para enseñarles buenas prácticas: explicarles por qué una contraseña segura no puede ser su fecha de cumpleaños, que jamás deben entregar sus datos por teléfono a un supuesto funcionario bancario, que nunca deben hacer clic en un mensaje alarmante como de que si no ingresan su contraseña en un formulario les van a cerrar las cuentas. Esas pequeñas instrucciones pueden ser la diferencia entre la protección y la vulnerabilidad.
No se trata de infantilizarlos. Se trata de cuidarlos. La ciberseguridad debe formar parte de las rutinas familiares como revisar los seguros de las puertas o cambiar las pilas del control remoto. Y sí, puede que se rían al principio, como cuando les dijimos por primera vez cómo usar WhatsApp, pero esa risa es también una puerta abierta para construir confianza.
Así como ellos tuvieron que adaptarse a nuevas realidades cuando éramos niños, ahora somos nosotros quienes debemos guiarlos con afecto y responsabilidad. Porque si hay algo que debemos aprender de la vida digital es que no hay antivirus más poderoso que la buena información y el cariño de quien se toma el tiempo de enseñar.
Es hora de tener ‘La charla’. No la posterguemos. Quizás, después de todo, sea la más importante que tengamos en esta etapa de sus vidas.
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