
Gustavo Melo Barrera
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El Día de la UNESCO se celebra cada 4 de noviembre en honor a la firma de su Constitución, ocurrida en 1945, tras la Segunda Guerra Mundial. Este organismo internacional nació con el propósito de fomentar la paz a través de la cooperación en educación, ciencia y cultura. Pero, cabe preguntarse si la organización sigue siendo —como reza su lema— «un faro de esperanza para los pueblos del mundo», o si, por el contrario, se ha convertido en un organismo de palabra sin músculo político que evita comprometerse ante crímenes de gran escala.
Educación, cultura y el mandato: ¿qué hace la UNESCO en Gaza?
Según sus propios informes, la UNESCO ha documentado en la Franja de Gaza más de 400 escuelas dañadas desde octubre de 2023, más de 625.000 alumnos en situación “extremadamente vulnerable” y al menos 69 periodistas muertos en el ejercicio de su labor.
La organización ha emitido declaraciones de condena —por ejemplo, ante el asesinato de periodistas en Gaza por un ataque aéreo israelí.
No obstante, esas declaraciones han sido calificadas como insuficientes, tardías o demasiado prudentes para el alcance de los hechos. Aquí es donde aparece la crítica —y con razón— de que la UNESCO, siendo parte del sistema de Naciones Unidas, no está ejerciendo la presión política o la iniciativa institucional que muchos analistas consideran acorde a su mandato.
La deuda de la UNESCO: ¿por qué no actúa con contundencia?
- Mandato limitado frente a poderosos
La UNESCO tiene competencias esenciales —educación, ciencia, cultura— pero carece de mandatos coercitivos para detener agresiones militares, sancionar a los perpetradores o imponer medidas de protección inmediatas. Esto la coloca en una posición de actor moral más que de agente de cambio político-estratégico. En Gaza, la escala de destrucción reclamada por organismos independientes (incluida una comisión de la ONU que concluyó que hay “intento de genocidio”).
The Guardian exige respuestas no solo simbólicas, sino acciones coordinadas. Si la UNESCO no las lanza, ¿quién lo hará desde el espacio de la cultura y la educación internacional?
- Influencia y financiamiento: la salida de EE.UU.
La reciente decisión de Estados Unidos de retirarse de la UNESCO para diciembre de 2026, citando desalineación con su política “America First” y criticando un sesgo de la organización hacia causas “ideológicas”, representa una pérdida de respaldo financiero y simbólico que limita aún más su margen de maniobra.
Además, este retiro pone en evidencia el peso que ámbitos políticos y militares externos ejercen sobre la UNESCO: cuando la organización se torna incómoda para una potencia, su estabilidad se ve cuestionada.
- Ausencia de pronunciamientos fuertes frente a alianzas militares y económicas
La crítica clave vamos a formularla aquí: ¿por qué la UNESCO no se pronuncia de forma más contundente sobre el papel de Estados Unidos, sus alianzas militares y su apoyo a operaciones que —según denuncias— han provocado la muerte de civiles (incluidos niños y familias enteras) en Palestina? ¿Por qué no llama explícitamente a que todos los Estados miembros respeten el derecho internacional humanitario y las convenciones sobre genocidio, cuando organismos independientes lo hacen? La respuesta parcial es que la UNESCO se limita a condenas puntuales de daños a educación, cultura o prensa, pero no aborda la raíz de la violencia: la lógica del poder, de la intervención, de las alianzas militares.
¿Qué esperar de una UNESCO renovada?
La UNESCO no es un organismo menor. Su capacidad está en la diplomacia cultural, en la educación para la paz, en la preservación de la memoria histórica. Pero para ser realmente relevante ante crisis como Gaza, debe revisar su estrategia y ambición. Aquí tres líneas críticas:
Transparencia en la acción: No basta con informes internos. La UNESCO debe publicar cronogramas públicos de seguimientos, poner cifras actualizadas de impacto, visibilizar impedimentos de acceso, y hacer de la rendición de cuentas un eje central.
Voz conjunta con otros mecanismos de derechos humanos: Cuando una comisión de la ONU afirma que hay evidencia de genocidio, la UNESCO debe aprovechar su plataforma y decirlo públicamente, unir su voz a la del más amplio sistema de Naciones Unidas, y replantear su independencia frente a presiones políticas.
Autonomía frente a miembros poderosos: Que la influencia de Estados Unidos o de cualquier Estado no neutralice el mandato moral de la organización. Si la UNESCO es percibida como dependiente de los grandes donantes, pierde credibilidad.
En resumen: ni celebración ni indiferencia
Al conmemorar el día de la UNESCO, no se trata de cancelar la organización —existen programas valiosos que merece reconocerse— pero sí de cuestionarla: ¿está a la altura de los desafíos globales más graves? ¿O se conforma con mediar en la cultura, mientras que la educación, la ciencia y la paz se desangran en escenarios de guerra?
Para los analistas y críticos de hoy, y para el periodismo, la pregunta que queda es clara: si un organismo dedicado a la cultura y la educación internacional no alza su voz con contundencia frente al genocidio, entonces la paz —la enseñanza, la cultura, la ciencia— quedan en segundo plano. Y eso es un error que no podemos permitir.


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