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Gobernar no es culpar a los demás, es responder con hechos. Y el cambio, hasta ahora, se quedó en discurso.

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La belleza de nuestros ríos, montañas y quebradas no puede seguir hipotecándose al azar del descuido ni a la codicia del corto plazo.

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La transición energética, si quiere ser justa y sostenible, no puede nacer de prejuicios. Debe construirse con ciencia, con tecnología y con diálogo con las comunidades.

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La peor derrota es aceptar que el valor de la plata vale más que el valor de la dignidad. Ser honrado es un deporte de alto riesgo en Colombia.

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Cuando lo único que guía la producción de contenidos es la carrera por los clics, se banaliza la agenda pública y se reduce la democracia a un espectáculo.

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El falso dilema entre ‘minería o vida’ nos ha atrapado en un debate improductivo.

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Si este crimen queda en la impunidad, estaremos confirmando el mensaje más siniestro para nuestra democracia: en Colombia, matar sigue siendo una estrategia política posible.

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Porque en una guerra nuclear no hay ganadores. Y porque, al final, los misiles no estallan primero en los silos… sino en las palabras