
Francisco Cepeda López
Profesor y músico
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El titulo no pretende confusión más allá de aquella que, por las circunstancias recientes y presentes (la pandemia COVID-19 y la asunción al gobierno federal de Donald Trump en los Estados Unidos), hemos debido o comenzamos a afrontar. Más bien bordea otro galimatías derivado del desarrollo tecnológico que hoy se expresa en un mito en construcción: I.A.; Inteligencia Artificial.
La ciencia y sus hallazgos, la filosofía, la ciencia política se enuncian con palabras; cada palabra tiene un significado, encarna un concepto. Pero todo enunciado tiene una época en la cual es aceptado. En estos tiempos que corren, las prefiguraciones, la imagen, la sucesión de imágenes, los productos de “la industria” comunicativa” van siendo impuestos hasta revestir un carácter icónico, cierto y verdadero, hasta paradigmático.
Sin una estrategia a futuro, sin una mirada prospectiva, sin algo que pueda ser una anticipación, todas las innovaciones corren el riesgo de convertirse en obsesión por el cambio y devenir rutina, de tal forma que, por una renovación permanente, las cosas acaban por parecer más de lo mismo, comienzan a ser una nueva normalidad.
Esa parece ser la intuición-percepción que navega, reina y se impone en torno de los efectos de las tecnologías de la información y la comunicación y su aplicación en los procesos de reconversión tecnológica en todos los ámbitos de la productividad.
En una ocasión, hace unos cuarenta años se le preguntó a Peter Drucker: “¿la mano de obra es -todavía- un activo?”, respondió que “Hoy, el conocimiento es el único recurso significativo; se está aplicando el conocimiento al conocimiento”.
¿Esto será cierto y siéndolo, será este el motivo de la desazón causada por el avance de la tecnología de la información y la comunicación?
La época del micrómetro se recuerda como un movimiento de la vida económica denominado Segunda Revolución Industrial, saliendo del fordismo e ingresando al momento en el que se adoptaban los métodos de automatización flexible, a la cual se refirieron pensadores como Daniel Bell, Peter Drucker, Alvin Toffler o Alain Touraine. Cada uno de estos momentos se distinguió por un discurso en torno de las maneras de administrar y distribuir los recursos disponibles para la dominante economía industrial y su mentalidad absorbente hasta la asfixia.
La evolución en la industria y los procesos automatizados han permitido que actualmente podamos distinguir entre tres tipos de automatización: fija, programable y flexible. El uso y la incorporación a los equipos o maquinas industriales de elementos y sistemas de control, sensorización, supervisión y optimización de los procesos por medio de sistemas electrónicos de hardware y software han conducido a maravillas como la de la mecatrónica aplicada a los tratamientos en medicina, el refinamiento de la investigación del ADN, los avances en la astronomía y los estudios medioambientales, pero también han hecho crecer y mejorar la industria armamentística a niveles insospechados y la intromisión en la vida privada de las personas (no referencio más porque no acabaría).
En estas líneas llamo su atención en torno al ruido de las alarmas producto de la incertidumbre que nos envuelve frente a la manera como abordaremos el mundo del trabajo y la organización de la sociedad y del gobierno (Gobernanza dicen hoy), en ambientes digitalizados como nunca antes, elevados hasta darle apellido a la inteligencia (y las inteligencias) con el adjetivo artificial, que deviene sustantiva, en tanto los inteligentes parecen vestirse de piezas de grandes sistemas tecnológicos de comunicación y, pronto, de producción y de gobierno.
La inteligencia aplicada a la producción de dispositivos en la automatización de procesos industriales y en el manejo de datas para el control de la información orientada al gobierno de individuos, está dando topos a utopías de no hace mucho.
Apenas imaginábamos lo que luego apareció en la saga filmográfica MATRIX, cuando aún se “tipeaba” a máquina para conservar textos y no ha mucho todavía se escribía “a mano”, … Winston Smith, trabajaba para “el Ministerio de la Verdad”, con la tarea de “reescribir la historia” (George Orwell, 1984) y comenzaba a notarse que “Todo lo sólido se desvanece en el aire” (Marshall Berman; S.XXI, 1988). Las normalidades en las cuales confiábamos se han ido a pique.
Pueden presentarse muchas más y mayores lamentaciones. También podremos señalar responsables e irresponsables por lo que pueda ocurrir o ya está ocurriendo.
Hay una frase de Jorge Luis Borges que no me ahorra angustias, pero me permite cerrar este encuentro con ustedes e introducir el tema en algo que lo atraviesa: la educación y la lectura:
“De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro: todos los demás son extensiones del cuerpo. Solo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”
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