
Francisco Cepeda López
Profesor y músico
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“Gan gan y Gan gon, siempre están contentos;
nacieron gemelos, allá en monte adentro” …
ellos solo son, ellos solo son, dos chicos pilluelos,
haciendo maldades allá en monte adentro…”.
Richie Ray y Bobby Cruz
Historias de gemelos, como la que cuenta la canción de Ray y Cruz, evocan a los dos legendarios hijos del dios Marte y la casta Rea Silvia: Rómulo y Remo. Sobre ellos recayó una orden de eliminación. Pero, por compasión, el ejecutor los abandonó en el rio Tíber cuya corriente condujo la cesta en la que los dejaron hasta un pantano entre Palatino y Capitolio. Allí fueron cuidados por la loba llamada Luperca, para luego ser criados por Acca Larentia, esposa del pastor Fástulo.
Rómulo fundaría Roma en el Palatino, luego de una disputa con su hermano que terminaría con la muerte de éste a manos del primero. Dicho por la historia: no todos los gemelos están siempre contentos.
Algo similar ha ocurrido con otros nacidos en el mismo parto: Demos y Kratos, que querían fundarse como unidad en la Demo-Kratia. El Kratos es -cada vez más- un troll con la coraza brillante de una legalidad, también -cada vez- menos confiable y el Demos cree y confía. Los últimos años, sobre todo en la América de México hasta la Patagonia se ha venido registrando un intenso debate sobre la democracia, sus ventajas y debilidades frente a sus resultados desde la óptica ciudadana.
“La democracia es un genial invento de la civilización occidental”, nos hacía ver el columnista Andrés Hoyos en 2018 (Si, hace ya, pero también apenas, siete años). Y agregó: “… La democracia surgió en buena parte porque los déspotas ilustrados, por el estilo de Luis XIV en Francia o Carlos III en España, cedían eventualmente su lugar a déspotas crueles o idiotas que era imposible hacer a un lado sin grandes derramamientos de sangre”.
Es posible, así, colegir que la democracia ha sido una manera de organizar una sociedad donde todos somos iguales y donde las mayorías mandan. Es el sistema de gobierno más utilizado y aceptado hoy en día, a pesar de sus defectos y debilidades. A la fecha no se ha creado un sistema mejor de gobierno.
Siendo “tan mejor” ha debido sortear riesgos y retrocesos que alarman a los Kratos de todos los órdenes y confunden a los demos de esos tantos órdenes. Europa, que ha sido referente de estabilidad para esta manera de gobernar, lanza gemidos desde algunos de sus rincones.
“Son corrientes de fondo que atraviesan las actitudes y los sentimientos de muchos de nuestros conciudadanos. Son cambios geopolíticos profundos que golpean el mundo desde la caída de las Torres Gemelas. Es la desconfianza y la incertidumbre, es el malestar ciudadano y el deterioro de las instituciones, que fragmentan y polarizan los sistemas políticos y debilitan peligrosamente las democracias (…) Es un desorden internacional que viene gestándose desde hace años que devalúa los acuerdos y las organizaciones multilaterales y camina hacia una multipolaridad incierta y temible”, afirmó Ramón Jáuregui.
Si lo dicen, alarmados, quienes han visto cumbres y simas de esta “gobernanza” desde la antigüedad clásica griega con diversas variaciones. ¿Qué diremos en América que apenas llevamos algo más de dos centurias intentando la construcción de un orden republicano aceptable? Aceptable en los términos de un orden progresivamente globalizante apoyado en preceptos liberales nacidos de proyectos en principios burgueses, luego imperiales del predominio de los mercados.
La homogeneidad de comportamiento impuesta por estos poderes aplasta hasta dejar a las poblaciones sin rostro. Gobernanza –entonces- es obedienza, es sumisión, es alienación. ¿Recuerdan 1984 de Orwell? Será una Des-mocracia en la que el Kratos es el Big Brother. Apartarse es castigado con la reeducación.
Colombia está viviéndolo con la pretensión parlamentaria del silenciamiento de la voz del Demos e invocando una división de poderes que, según su entendimiento, su voluntad y los marrulleros métodos practicados, busca “ningunear” al ejecutivo.
El pulso es intenso. Se trata de la puja entre la mayoría de los congresistas, que bloquea todos los proyectos de Ley que presenta el poder ejecutivo, y la iniciativa que éste toma al convocar una consulta popular en torno de reformas a la legislación laboral y la salud que esas mayorías congresionales no quisieron siquiera escuchar. Lo que intentan el presidente y su equipo de trabajo es que el pueblo decida, por mayoría, si se hacen o no tales reformas.
Ese DEMOS, el constituyente primario, parece decir: eleven todos los obstáculos que se les ocurra, buceen en el mar de sus articulitos, de sus incisos, de sus resoluciones. Somos las y los ciudadanos quienes mandamos (somos los mandantes); ustedes, señoras y señores del poder legislativo, son los que hacen el mandado y lo están haciendo al mal.
Si no cumplen, serán revocados.
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