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Las redes no nos están uniendo: nos están entrenando para odiar con estilo.

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Petro le devolvió la voz y el protagonismo al pueblo como dinamizador de la economía y la política del país. Le devolvió la dignidad, y eso, en un país acostumbrado al sometimiento, es imperdonable para las élites.

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No podemos seguir esperando que el cambio venga de arriba. Nace desde abajo, con la gente sencilla que todos los días se levanta a trabajar y que en este Foro expresó lo que quiere.

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La flexibilidad laboral no es un lujo, es una estrategia de sostenibilidad empresarial y social.

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A los ciclistas los masajean y alimentan tras la carrera. A los palestinos, no.

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El miedo de la oposición no es a Petro, sino a que el cambio deje de ser un experimento y se vuelva un punto de no retorno.

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Lo que hace el Gobierno del Cambio es dignificar -medianamente- la cotidianidad de la gente sencilla tradicionalmente excluida.

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El miedo del poder no es a la derrota, sino a quienes no temen perder.

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Soltar una mentira cuando la verdad te golpea de frente produce miedo, pánico, horror. La mentira, con su trasfondo morboso, genera más tranquilidad.

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La política de la rabia como guía única, sin reflexión ni escucha, no construye procesos sostenibles; solo desgasta, divide y fragmenta.
