
Gustavo Melo Barrera
•
Desde Europa y Norteamérica, Colombia empieza a ser vista nuevamente como un actor económico confiable, un país que ha sorprendido a los mercados con la recuperación de su moneda y el repunte constante de su bolsa de valores, pero que sigue atrapado en las tensiones políticas de un proceso de transformación que no termina de consolidarse.
El llamado Gobierno del Cambio enfrenta su fase más compleja: mantener la legitimidad social sin sacrificar la estabilidad económica. Mientras el peso colombiano se fortalece como una de las monedas más sólidas de la región, los analistas internacionales destacan que el país está logrando un equilibrio inesperado entre reforma y prudencia fiscal, algo que pocos creían posible hace apenas un año.
Política: el cambio como punto de tensión
En Europa se sigue observando a Colombia como un laboratorio político en transformación, un país que busca redefinir su contrato social sin fracturar su institucionalidad.
El gobierno de Gustavo Petro ha reconfigurado el discurso latinoamericano sobre transición energética, justicia ambiental y equidad social, aunque sus reformas estructurales (laboral, pensional y de salud) avanzan entre resistencias políticas y económicas.
Fuentes diplomáticas en Bruselas y Madrid coinciden en que “Colombia es un país que debate el cambio en democracia, sin romper sus instituciones”.
Esa visión contrasta con el populismo inestable de otras naciones de la región y explica por qué, pese a las tensiones internas, Colombia mantiene buena reputación ante inversionistas y organismos multilaterales.
Economía: un respiro que sorprende
El giro más notorio se percibe en los mercados.
El peso colombiano se ha convertido en la moneda más sólida de Sudamérica en lo corrido del año, reflejo de una política monetaria responsable, confianza inversionista y el repunte del flujo de capital extranjero hacia energías limpias, infraestructura y tecnología.
Simultáneamente, la Bolsa de Valores de Colombia (BVC) vive uno de sus mejores momentos recientes: los índices bursátiles han crecido sostenidamente impulsados por el sector energético, financiero y de telecomunicaciones.
Los fondos de inversión europeos destacan la estabilidad institucional del mercado y la gestión prudente del Banco de la República, lo que ha fortalecido la percepción de Colombia como un puerto seguro dentro de una región volátil.
Un informe reciente del European Business Council for Latin America señala que “Colombia, junto a Brasil y México, se consolida como uno de los tres polos de atracción financiera más estables de América Latina, con proyección de crecimiento moderado pero sostenido”.
Sociedad: la promesa del cambio aún pendiente
Aun con señales macroeconómicas positivas, el país sigue enfrentando brechas sociales persistentes.
El desempleo juvenil, la informalidad laboral y la inseguridad urbana son desafíos que la comunidad internacional considera “estructurales”.
La paz total, uno de los pilares del actual gobierno, ha generado diálogo, pero también dudas sobre su eficacia y sostenibilidad a largo plazo.
En las universidades y centros de análisis europeos se interpreta el caso colombiano como un intento de transitar hacia un modelo de bienestar en medio de la desigualdad.
Petro ha conseguido instalar la conversación sobre justicia social y ambiental en la agenda pública, pero la ciudadanía todavía no siente el impacto directo en su cotidianidad.
El frente ambiental: el rostro del liderazgo global
Donde Colombia mantiene una imagen de liderazgo indiscutible es en el campo ambiental.
La defensa del Amazonas, la promoción de la transición energética justa y el impulso a la bioeconomía le han dado al país un rol protagónico en las negociaciones climáticas internacionales.
Europa valora especialmente la coherencia del discurso colombiano en los foros globales: un país que exige responsabilidad a las potencias y propone soluciones desde su territorio.
Aun así, persisten desafíos: los programas de reforestación avanzan lentamente, y el sector privado demanda reglas más claras para la inversión verde.
Pero el rumbo es claro: Colombia ha pasado de ser observador a ser voz influyente en el debate sobre el futuro ambiental del planeta.
Perspectiva internacional: entre la confianza y la expectativa
A corto plazo (2025-2026): se prevé estabilidad económica y política controlada, con protagonismo del peso y la BVC.
A mediano plazo (2027-2030): el país será clave para la cooperación climática y la inversión en energías limpias.
A largo plazo (2030+): Colombia puede consolidarse como centro regional de innovación verde y capital financiero sostenible, siempre que logre traducir su liderazgo ambiental en desarrollo social.
Epílogo: el reto de sostener el cambio
Hoy, Colombia proyecta una imagen de resiliencia e inteligencia económica.
El fortalecimiento del peso y el dinamismo bursátil contrastan con la polarización política y las brechas sociales, pero demuestran que el país ha aprendido a navegar la incertidumbre sin perder estabilidad.
La comunidad internacional ya no ve a Colombia como un experimento riesgoso, sino como un socio confiable que busca modernizarse desde sus propias tensiones.
El desafío ahora no es resistir el cambio, sino sostenerlo con visión, inclusión y equilibrio.


Deja una respuesta