
Jacqueline Coto Torres
Mamá, psicóloga, escritora, poeta y doula
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¿Por qué con tanto revuelo
caen las flores del cerezo?
Ki-no-Tomonori
1
A la Princesa Hoshi le gusta llegar para los cerezos
y no ver otra cosa que ellos.
También le gusta echarse
y que su sirvienta ponga el mosquitero
y los óleos en sus tobillos y en sus muñecas.
Dice que el aroma separa sus miembros
entonces las manos se sienten livianas
y los pies flotan como si en lugar de estar en el suelo…
Desde bebé, juega con una cinta
y se imagina que es cualquier cosa,
desde una muñeca hasta un paraguas,
entonces su padre (que soy yo) tiene que adivinarla.
Si lo logro, ella me da un beso,
si no, finge que me da un bofetón
y se retira enfadada arrastrando la cinta.
Su madre, como todas las madres de Japón,
piensa que la consiento demasiado.
Lo reprocha con sonidos y pucheros,
no puede hablar porque es muda,
pero si pudiera diría ¡chico, no hagas eso!,
le hubiera gustado aprender esa palabra
porque ella es chica, demasiado chica,
casi tanto como la Princesa Hoshi
quien a veces piensa que su mamá se arrastra
y tal vez, porque cojea,
pero por su vestido no se ve.
Tampoco se ve la ternura que siente
cuando ve a su niña jugar con su padre;
que hubiese querido ser una princesa cuando niña
y tener una cinta que pudiera ser
cualquier cosa, una mamá viva, por ejemplo.
2
Una tarde en Japón, a las horas del té,
para algunos de nosotros, pequeños japoneses,
en especial para la princesa Hoshi y su papá, el rey,
llegan las horas más importantes del día.
La cubertería, los manteles, los aromas
y las japonesas que nos ofrecen el té,
son solo algunos de nuestros deleites.
Los otros, como ustedes saben,
son nuestros pequeños jardines en donde
contemplamos nuestra pequeña grandeza.
Para la mamá de la Princesa Hoshi
el jardín somos nosotros,
ella nos contempla sin percatarse que la grandeza nuestra
es ella.
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