Adriana Rodríguez Molano
Analista política, Máster en Sociología política y política comparada de la Universidad París 10 Nanterre y Máster en Análisis de problemas políticos, económicos e internacionales contemporáneos de la Universidad Externado de Colombia.
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El 16 de abril de 2024, en el sitio arqueológico de Olimpia en Grecia, se encendió la llama olímpica, iniciando así su largo periplo a través del mediterráneo con destino a Francia, más precisamente a Marsella. Desde la ciudad costera, ha seguido su largo camino por toda la geografía francesa, siendo París su destino final para dar inicio el 26 de julio a la ceremonia de los Juegos Olímpicos 2024.
Si bien esta llama, símbolo de luz del conocimiento y del espíritu de sana competitividad deportiva a nivel mundial, está encendida, hay otra que se viene apagando progresivamente en Francia. Me refiero a aquella de la democracia representativa que, triste y contradictoriamente, pasa por un momento de incertidumbre, quizás el más peligroso después del régimen de Vichy tras la segunda guerra mundial. Un déficit democrático parece instalarse cada vez más en Francia.
El rol “jupiteriano” que ha jugado el presidente francés Emmanuel Macron en el panorama político francés ha llevado progresivamente a una crisis democrática. Esta se ha puesto en evidencia, tras la minimización y relegación de la victoria en las elecciones legislativas anticipadas del 7 de julio, de la alianza de izquierda, Nuevo Frente Popular. Pareciera en cambio, como si el partido presidencial hubiese ganado las elecciones, cuando en realidad quedó en segundo lugar.
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Dentro de esta lógica, tras una especie de mermelada marca Macron con sabores desde luego bastante amargos, el 18 de julio fue reelecta la antigua presidenta de la Asamblea Nacional, Yaël Braun-Pivet, miembro del partido presidencial, como nueva presidenta en el hemiciclo francés.
La izquierda denunció un acuerdo secreto entre el partido del presidente Macron y el partido de derecha, Les Républicains (LR). Se habría negociado la atribución de cargos de responsabilidad al interior del Buró de la Asamblea en un número superior a lo que proporcionalmente le correspondería a LR, dado el número de diputados que tiene.
La elección del resto de miembros del Buró de la Asamblea, sorpresivamente recayó en 12 diputados del Nuevo Frente Popular, de un total de 22 miembros. Esto es bastante importante para la izquierda, pues el Buró es la más alta autoridad colegiada de la Asamblea, encargada de la organización del funcionamiento interno de la institución y con poder para imponer eventuales sanciones contra diputados o levantar la inmunidad parlamentaria de alguno de ellos. Queda por verse quien será el primer ministro.
A este respecto, es necesario tener en cuenta que, dentro del sistema mixto francés (república parlamentaria semi presidencialista) el presidente de la República escoge al primer ministro.
Aunque esta es una elección a discreción del presidente, si éste y su partido no han obtenido la mayoría en las elecciones legislativas, el espíritu constitucional origina una práctica en donde el presidente escoge al primer ministro dentro de la agrupación política que haya obtenido la mayoría de los votos. Esto es lo que viene haciéndose tradicionalmente, lo cual resulta coherente con el mandato popular expresado en el sufragio universal para elección de los diputados. Por lo anterior, lo lógico sería que el nuevo primer ministro sea alguien que haga parte del Nuevo Frente Popular, alianza de partidos de izquierda. Más aún si se tiene en cuenta que ella, como dije antes, es mayoría en el Buró de la Asamblea Nacional.
Sin embargo, algunos diputados de la macronía, como otros sectores de derecha del parlamento, han dicho que promoverán una moción de censura inmediata en caso de que, en el nuevo gobierno, sean nombrados ministros de La Francia Insumisa que es el partido mayoritario al interior del Nuevo Frente Popular.
¿Dónde queda aquí el mandato popular?
La democracia representativa estaría siendo puesta en jaque al no poder cumplir su función de verdadera representación del pueblo. Por el contrario, los intereses de facciones políticas queriendo anclarse en el poder en detrimento de lo manifestado en las urnas sería el resultado final.
Fundada en artilugios semánticos de interpretación propia de conceptos políticos instrumentalizados para mantenerse en el poder, la macronía ha mantenido un negacionismo frente a la victoria del Nuevo Frente Popular, aduciendo que no ganaron por mayoría absoluta. Juegan con los términos, como si una mayoría (la relativa que obtuvo el Nuevo Frente Popular) no fuera la expresión de las urnas y por lo tanto del mandato popular. No aceptan que el programa político con el que el Nuevo frente Popular ganó las elecciones sea el que deba presentarse para el debate ante la Asamblea Nacional.
En un contexto democrático, lo presentado por un primer ministro proveniente de la facción vencedora, podría debatirse, “caso por caso”. Cada diputado asumiría la responsabilidad de aprobar o negar las diferentes propuestas según lo que estime conveniente para Francia y no necesariamente para los particularismos e intereses partidistas intransigentes. Porque, justamente en esto consiste la democracia, en debatir y cuando se estime necesario, en contraponer, en enmendar y finalmente negar o aprobar.
Boicotear, de entrada, la más que legítima participación en el gobierno del Nuevo Frente Popular, parece obedecer al miedo de la macronía de que ocurran sorpresas como la acontecida en la elección de los miembros de Buró de la Asamblea. Y, en cualquier caso, es una clara expresión de déficit democrático.
Este déficit democrático se manifiesta igualmente en el uso del artículo 49, inciso 3 de la Constitución Francesa que data de 1958. El 49.3, como lo llaman en Francia, faculta al gobierno a hacer pasar una ley sin necesidad del voto de la Asamblea Nacional. Ha sido aplicado 24 veces durante el gobierno actual de Macron y 11 veces en su mandato anterior.
Y para cerrar con broche de oro, la elección de la presidente de la Asamblea Nacional se logró sumando los votos de 17 diputados que eran, al mismo tiempo, ministros salientes, sin que se hubiera nombrado a sus remplazos. Aunque se podría impugnar esta elección, es poco probable que esto surta efecto, ya que existe un precedente poco alentador al respecto. En 1988, en condiciones similares, el Consejo Constitucional se declaró incompetente para dirimir frente a la elección de Laurent Fabius durante el mandato de François Mitterrand.
En resumen, las elecciones en Francia dieron un mandato popular clarísimo: el Nuevo Frente Popular obtuvo la mayoría de los votos y, por lo tanto, el presidente tendría que nombrar como primer ministro a una persona que haga parte de ese agrupamiento. Sin embargo, Macron se resiste a hacerlo.
A esto se suma una muy frágil separación del poder ejecutivo frente al poder legislativo al permitir la validación del voto de diputados-ministros salientes.
Para colmo de males, el poder judicial, en figura del Consejo Constitucional, se podría declarar incompetente para dirimir este asunto. Y, si no es el Consejo Constitucional, entonces, ¿quién dirime?
Cuando la jerga politiquera y los escapismos jurídicos se anteponen a los verdaderos principios y valores, el déficit democrático se convierte en un peligroso enemigo para la sociedad.
Las movilizaciones son una vía para contrarrestar el estado actual de las cosas. Estas han venido dándose en Francia durante todo el gobierno de Macron y se dieron este 18 de julio, día en que eligieron a la presidenta de la Asamblea General y al Buró.
Convocadas por la Confederación General de Trabajo -CGT. Los manifestantes ejercieron una presión sobre el gobierno actual para impedir este golpe de fuerza antidemocrático. Individuos y agrupaciones de la sociedad civil, tales como Attac, organización internacional altermundialista, participaron en las marchas exigiendo una “verdadera alternativa democrática social y ecológica”.
La movilización, siempre y cuando sea multitudinaria y lo suficientemente perseverante en el tiempo, es, hasta el momento, la principal herramienta de la cuál dispone la sociedad civil para hacer valer sus derechos como constituyente primario. Su empoderamiento es menester para respaldar las verdaderas alternativas de cambio. “Allons enfants de la ….” Démocratie!
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