Adriana Rodríguez Molano
Analista política, Máster en Sociología política y política comparada de la Universidad París 10 Nanterre y Máster en Análisis de problemas políticos, económicos e internacionales contemporáneos de la Universidad Externado de Colombia.
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Al presidente Emmanuel Macron, le salió el tiro por la culata al pretender formar una mayoría en el parlamento francés, convocando anticipadamente a elecciones legislativas tras la victoria de la extrema derecha lepenista en las elecciones europeas de principios de junio.
Se imaginó que, como en las presidenciales de 2017 y de 2022, la contienda en unas legislativas anticipadas se limitaría a pelearse la batalla contra el partido de extrema derecha Rassemblement National, liderado por Marine Lepen (antiguo Frente Nacional dirigido por su padre). Supuso el mandatario que los franceses optarían por un voto útil y no de opinión para evitar la llegada de la los lepenistas al poder parlamentario. Lo que nunca se imaginó, fue que, en las escasas 3 semanas antes de las elecciones anticipadas del 30 de junio y del 7 de julio, los partidos, organizaciones y grupos de izquierda lograrían unirse en una sola fuerza de izquierdas, el Nuevo Frente Popular.
El Nuevo Frente Popular, a la imagen del Frente Popular francés en 1936, conformado por el Partido Francia Insumisa, los Ecologistas, el Partido Socialista y el Partido Comunista se consolidó como un solo bloque con un programa común, dejando de lado las rivalidades presentes entre ellos. Y ¡Oh Sorpresa! quién pensaba quedar de primeras, ocupó el tercer lugar en primera vuelta…. ocupando la extrema derecha el primer lugar y quedando en segunda posición el Nuevo Frente Popular.
Frente a la posible hecatombe de ver a Francia caer en manos de la extrema derecha tras la segunda vuelta, el Nuevo Frente Popular llamó, de forma clara, a retirar a los candidatos de izquierda que estuvieran en tercera posición para no dividir el voto y así obstaculizar la elección de un candidato lepenista. De esta forma, diferentes candidatos de la izquierda y muchos también de la macronía, pudieron en las diferentes circunscripciones ganarle la batalla al candidato de extrema derecha.
El jupiteriano, como suele llamársele a Macron en los medios políticos, hizo lo mismo, anteponiendo la defensa de los valores republicanos. Y de nuevo ¡Oh Sorpresa!, el 7 de julio, contario a los pronósticos, el Nuevo Frente Popular resulta vencedor en segunda vuelta, por delante de la facción presidencialista, relegándole un tercer lugar a la extrema derecha.
A partir de este momento, de resultados poco decorosos para el antiguo banquero de Rothschild, éste termina por develar su juego… mostrando que, su verdadero enemigo, no es tanto la extrema derecha, sino más precisamente la Francia Insumisa, eje fundamental del Nuevo Frente Popular.
Como sucede en Colombia, en Francia muchos de los medios pertenecen a grandes poderes económicos, por lo que no es de extrañar que, durante años, gran parte de la prensa francesa haya progresivamente equiparado al partido de extrema derecha de Marine Lepen, considerado por muchos franceses como fascista, con el progresismo de la Francia Insumisa, partido de izquierda defensor de los derechos humanos. Le han acuñado el nombre de “extrema izquierda”, lo cual resulta muy funcional para el partido del presidente. Funcional e imprescindible para maniatar al partido que ha ocupado, el tercer lugar en las dos últimas elecciones presidenciales, a muy pocos puntos de la extrema derecha.
Así pues, la Francia Insumisa resulta extremadamente peligrosa para el programa neoliberal de desmantelamiento progresivo de un Estado de Bienestar que aún logra mantenerse, mal que bien, en Francia.
Las políticas de justicia social, ambiental y económica impulsadas por la izquierda dentro de la estructura estatal atentan contra los intereses de los grandes poderes económicos, quienes muestran, cada vez más de forma clara, su apetito por el erario. Desde luego, el control de los recursos estatales a través de la privatización de empresas públicas y de servicios públicos, es para ellos la forma rápida y fácil de mantener sus negocios como lo vienen haciendo con sus numerosos y jugosos oligopolios. Para ellos, poco importa que la privatización de los recursos estatales en una lógica “business” con clarísimo ánimo de lucro, sea incompatible con la responsabilidad de un verdadero servicio y protección de los intereses de los ciudadanos de cada país.
Esta estrategia, no sólo francesa sino de tendencia mundial, la han llevado, la llevan y la quieren llevar cada vez con mayor acerbo, los grandes poderes financieros y económicos. Milei en Argentina representa, de forma contundente, el actor más visible de este lacayaje transnacional. No es entonces de extrañar, que Macron esté actualmente promoviendo el rompimiento del Nuevo Frente Popular, invitando a los socialistas, ecologistas e incluso comunistas a romper el pacto popular con la Francia Insumisa, y a participar en un gobierno que él llama “republicano”. ¡La estrategia va hasta amenazar con una moción de censura a un gobierno que tuviese entre sus filas a la Francia Insumisa!
A pesar de las diferencias pasadas y presentes en el seno del Nuevo Frente Popular, éste ha sido hasta la fecha coherente con la defensa de los valores y principios progresistas y ha estado a salvo de una escisión. Están definiendo un potencial primer ministro que los represente. Sin embargo, el panorama que les espera no es nada fácil ni para ellos ni para una posible gobernabilidad en la Asamblea Nacional aunque es de notar que algunos diputados se han separado de la macronía y han anunciado un posible acuerdo con la izquierda social.
¿La postura de Macron sería el “retorno del poder de veto de la realeza a expensas del sufragio universal” como lo dijo Jean-Luc Mélenchon, líder de la Francia Insumisa? Lo que sí está claro, es que este golpe de fuerza a la democracia, como muchos lo han calificado, no facilita la gobernabilidad en el hemiciclo francés.
Varios escenarios se vislumbran para garantizar la gobernabilidad. Todo indica que las propuestas del gobierno, se tramitarán y aprobarán sin un acuerdo global previo y por tanto “caso por caso”. Esto obligará a los actores parlamentarios a buscar alianzas más o menos efímeras. A menos que, definitivamente, se lograra consolidar un bloque cuyo eje principal fuera la defensa de principios y valores sociales, desde la izquierda hasta la derecha, para responder y tener en cuenta las expectativas de los electores como, de hecho, debería de ser en toda democracia representativa digna de este nombre.
Cuando la democracia representativa, se ve expuesta a toda clase de triquiñuelas, como ocurre en el congreso colombiano y como parece que ocurrirá en el francés, la movilización de la sociedad civil conformada por el constituyente primario, individual y/u organizado en sindicatos y organizaciones sociales, es la vía férrea para hacer valer los derechos ciudadanos, es decir las verdaderas Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Utilizar estos principios como frase de cajón, funcionales al proyecto político de la macronía, es desvirtuar estos principios de su valiosa esencia. El llamado a movilización el 18 de julio frente a la Asamblea Nacional y las prefecturas de los departamentos por parte del gremio Ferroviario de la Confederación General del Trabajo (CGT) es el espacio para hacer valer estos derechos. Parece irrisorio que se tenga que llamar al presidente de la República a que respete los resultados de segunda vuelta, más aún con la fuerte desaprobación que han generado sus reformas, haciendo que el pueblo francés no haya dudado en expresarse masivamente en las calles.
Mientras tanto, digámosle adiós al posible Vichy II y saludemos el advenimiento de un Nuevo Frente Popular y de un pueblo movilizado que exija sus derechos como poder constituyente.
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