
Jessica Yulieth Chávez Molina
Abogada, activista social y defensora de los derechos humanos.
Maestrante en Derecho Administrativo y Administración Pública
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- Cuando miran la silla vacía para no ver la verdad en el espejo.
Como ya es costumbre en Colombia, la noticia no fue el mensaje, sino el mensajero. Los medios tradicionales, en un coro casi perfecto, titularon que al presidente Petro «lo dejaron solo» en su intervención ante las Naciones Unidas. Y uno se pregunta, ¿qué clase de análisis es ese? Es la mirada del tonto, que se fija en la forma para no tener que confrontar el fondo.
Porque el fondo, lo que dijo Petro, es precisamente lo que se niegan a debatir.
- La Guerra Fallida contra las Drogas: La Verdad en la Cara del Mundo.
Mientras aquí contaban sillas, Petro le decía al mundo una verdad que quema: la guerra contra las drogas ha sido un fracaso rotundo y una hipocresía monumental. Les dijo a los países consumidores, a Estados Unidos y a Europa, que mientras ellos se drogan en sus fiestas y en sus calles, la guerra y los muertos los ponemos nosotros.
Son nuestros campesinos, nuestra selva y nuestra gente quienes pagan con sangre un problema de salud pública que ellos se niegan a resolver en casa. ¿Es un mensaje fácil de digerir para las grandes potencias? No. Por eso es más fácil hablar de la audiencia que de la acusación.
- ¿Solo? Cuando se habla en nombre de las víctimas, nunca se está solo.
El momento más profundo de su discurso fue cuando su voz se convirtió en el eco de los sin voz. Cuando habló por los miles de víctimas en Gaza, no estaba hablando como un jefe de estado aislado, sino como un representante de la humanidad que se niega a aceptar la barbarie. Rompió el protocolo del silencio cómplice. En ese momento, Petro no estaba solo; estaba acompañado por cada niño palestino, por cada madre que ha perdido un hijo y por la conciencia de un mundo que exige justicia.
- El Fin de los «Pueblos Elegidos»: Una defensa radical de la vida.
Y entonces lanzó la frase que debería quedar para la historia: «No hay pueblos elegidos, la humanidad es ya el pueblo elegido, y es nuestro deber defender la vida».
Esto es mucho más que un discurso; es una postura filosófica y un llamado existencial. Es un golpe directo al excepcionalismo, a la idea de que hay naciones o pueblos con derecho a aniquilar a otros. Es una declaración radical de que cada vida humana tiene el mismo valor sagrado. No fue un «surgido», fue una defensa de la especie, un recordatorio de que nuestra única tarea en este planeta es cuidar la vida en todas sus formas.
Así que no, no lo dejaron solo. Intentaron dejarlo solo, que es distinto. Intentan aislar el mensaje con el ruido de lo irrelevante, porque el discurso de Petro no fue para los diplomáticos que calientan una silla, fue para la historia. Fue para los pueblos del Sur Global, para las víctimas de guerras injustas y para una juventud que exige un cambio de paradigma.
Hoy, quienes se quedaron contando asistentes demostraron su pequeñez. Mientras ellos miraban las formas, Gustavo Petro estaba hablando del fondo de la vida. Y esa conversación es demasiado grande para los que solo saben medir el poder por el número de aplausos en un salón.
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