Un discurso claro, para época turbia

Líder social y política del Cauca

Los más recientes sucesos sociales y políticos, en vez de clarificar el panorama, dificultan la lectura que se debe hacer de la situación nacional para influir en ella.

A esa confusión, aportan los grandes medios de comunicación, con una reiterada narrativa que exalta el discurso judeo-cristiano según el cual “todos hermanitas y hermanitos, vamos cogidos de la mano, hasta salvar nuestra nación». Ese discurso esconde las diferencias ideológicas y políticas y no permite hacer el discernimiento consciente, de que lo que está en emulación son dos proyectos de vida muy distintos: por un lado, el humanista que busca y construye la justicia ambiental, la equidad, el desarrollo social y la paz; por el otro, está el proyecto neoliberal, privatizador de servicios públicos y recorte de derechos laborales.

Desde el segundo proyecto, se señala la paja en el ojo ajeno, pero no se ve la viga en el propio, como se dice popularmente: arremeten con improperios, calificativos o mejor descalificativos, que antes de generar un clima de entendimiento, radicalizan emocionalmente las posturas políticas. Claro que no lo hacen solo por maldad, sino como parte de su estrategia de campaña electoral.

Por su parte, las posturas supuestamente mediadoras y conciliadoras, esconden, en las palabras y frases, la carga emocional para llegar al subconsciente de la ciudadana y el ciudadano. Un ejemplo de esa estrategia de ocultamiento, es que acusan al proyecto humanista de estar “rompiendo el Estado de Derecho mediante la convocatoria a una Consulta Popular o a una Asamblea Constituyente”; evitan decir que Colombia debería ser un Estado Social de Derecho, porque hacerlo, les obligaría a reconocer que se debe promover y respetar la capacidad de deliberar y decidir que tiene el constituyente primario, es decir, la gente.

Por eso, prefieren hacer actos simbólicos, como la velatón impulsada por la gobernación del Cauca el pasado miércoles 18 de junio, donde se esgrimieron la consigna general de: “queremos la paz y no la guerra”. Mensaje bien intencionado que evita preguntar y responder por las causas estructurales del conflicto y las violencias; también les evita asumir la responsabilidad y el riesgo de hacer propuestas deseables y posibles.

Otra cosa fuera si se atrevieran a decir que en vez de guerra y violencia, proponen (y proponemos) un acuerdo humanitario mediante el cual se garantice el respeto a la vida y a las actividades de las y los defensores de derechos humanos y líderes sociales.

Mejor aún, si, con sus respetuosas palabras de conciliación, nos dijeran algo concreto en relación a la movilidad sobre la Vía Panamericana y el tan mencionado, pero no acabado Pacto Cauca, que, según parece, será la sumatoria de los recursos llegados por ley a la gobernación y las alcaldías.

Es hora de que la institucionalidad departamental y municipal, en vez de estar pensando en crear “fondos mixtos” para quebrarle el espinazo a la ley de contratación, se imaginen, ideen, propuestas de salida a la crisis. No solo en lo que tiene que ver de orden público, sino que creen oportunidades de generación de ingresos.

Así, más allá de las buenas maneras y el uso del lenguaje políticamente grisáceo, se le quita agua al pez de la corrupción. Así, se supera la pasividad, frente a la crisis de los territorios, en todos los sentidos.


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