Carlos Gutiérrez Cuevas
Escritor e investigador
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Los estudiantes caen en junio (primera entrega[1])
El 7 de junio de 2024, cuando el Consejo Superior de la Universidad Nacional eligió al profesor Leopoldo Múnera como rector de esa institución, se cumplían 95 años del asesinato, a manos de la policía, del estudiante Gonzalo Bravo Pérez. El crimen se cometió mientras Bravo Pérez y otros estudiantes se manifestaban contra la masacre de las bananeras perpetrada por el mismo régimen conservador que lo mató.
Todos los años, desde 1929, los universitarios honran la memoria de su compañero muerto. Veinticinco años después de la caída de Bravo Pérez, el 7 de junio de 1954, cayó acribillado por las balas de la dictadura militar de Rojas Pinilla, el estudiante de filosofía y medicina de la U.N. Uriel Gutiérrez.
Al día siguiente, a una cuadra de la Plaza de Bolívar en Bogotá, se produjo la matanza de doce jóvenes que reclamaban respeto a la vida. Nunca se supo quien ordenó esa masacre perpetrada por soldados del Batallón Colombia, recién llegados de la guerra de Corea.
Más allá de la coincidencia con esas fechas –que marcan la identidad «Nacha»– y pese a la polémica generada por sus detractores, la posesión de Múnera representa un significativo, aunque precario, avance hacia la democratización de la principal institución de educación superior del país. Justo cuando en Colombia están ocurriendo cambios significativos en la política, la economía, la cultura y, desde luego, en la educación.
Democracia restringida
El Rector Múnera es el único, hasta ahora, que cuenta con el respaldo mayoritario de la comunidad, previa y electoralmente expresado en las llamadas «consultas» a estudiantes, profesores y trabajadores.
El mecanismo de la consulta, cuyos resultados no son obligatoriamente vinculantes, es eficaz únicamente para suplantar la regla básica de la democracia que consiste que el candidato que obtiene la votación más alta se proclama ganador, sin subterfugios que eludan cumplir la decisión mayoritaria.
O sea que la elección/selección de rector se hace usando un mecanismo democrático (consulta) pero los resultados que arroje dicho mecanismo pueden no ser tenidos en cuenta. Ese tipo de democracia, es sumamente restringida. Parece un parafraseo de la consigna de un cierto sector político sobre el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera: democracia sí, pero no así.
De manera pues que, la consulta que se hace para elegir rector en la Universidad Nacional, es solo un requisito inútil. O, al menos, eso había sido hasta ahora. Este año, la presión de los distintos estamentos universitarios, especialmente el estudiantil, coincidió con la presión de la delegación del gobierno Nacional en el Consejo Superior Universitario y, juntos, lograron que se designara como rector a quien obtuvo la mayoría de los votos en la consulta.
Si se hace una mirada histórica se puede comprobar que La lucha por una democracia auténtica en el Alma Mater sigue una trayectoria análoga a la evolución política del país.
Cambios y sangre y fuego para detenerlos
La constitución de 1886 había entregado lo sustancial del poder – de la educación- al poder eclesiástico.
La Ley 68 de 1935 actualizó las estructuras académicas y administrativas de la Nacional con miras a preparar el personal necesario para industrializar la economía, mediante inversiones financiadas con las divisas provenientes de las exportaciones, principalmente agropecuarias, lo que justificaba la reforma agraria que promovía el entonces presidente Alfonso López Pumarejo.
Se hacía un gran esfuerzo de modernización bajo un esquema proteccionista clásico, subordinado a los intereses estratégicos de los Estados Unidos
El gobierno encabezado por Alfonso López Pumarejo le otorgó atención primordial a la educación en tanto dispositivo clave para la ejecución del programa reformista y como desfogue a la influencia atosigante del clero católico, gran aliado, promotor y protector de latifundistas, militares criminales y burócratas corrompidos.
La reforma constitucional de 1936 logró recuperar parte del espíritu laico, investigativo y civil que habían soñado darle a la educación colombiana Bolívar y Santander
Fue así como, por encima de la odiosa terquedad reaccionaria y de las maniobras cardenalicias, López Pumarejo promulgó un nuevo estatuto, despejó los obstáculos institucionales, gestionó los presupuestos y aceleró la construcción de la ciudad universitaria. Sólo cuatro años demoró levantar los principales edificios de la Ciudad Blanca, bajo la dirección del maestro arquitecto Leopoldo Rother.
Las dependencias antes dispersas por el centro de Bogotá, se trasladaron a sedes dispuestas conforme las exigencias de las modernas universidades alemanas, entre bosques, alamedas y jardines alrededor de las instalaciones funcionales, con salones cómodos, laboratorios perfectamente dotados, museos, bibliotecas, gimnasio, conservatorio y el primer estadio de fútbol en Colombia con medidas reglamentarias y tribunas descubiertas.
Los bachilleres más ambiciosos ansiaban formarse en las aulas donde ilustres caballeros de gabardina, guantes y paraguas daban lecciones en tono tribunicio. Quienes lograban el ingreso, lograban, con persistencia y talento, su derecho a estudiar en paz y a que todo el pueblo también lo tuviera.
El país cambiaba. El paso de las transformaciones lo imponían el gobierno y las organizaciones sociales que, no solo lo respaldaban sino le exigían el cumplimiento del programa prometido. La oposición, huérfana de poder, no estaba quieta. Conspiraba y llamaba a la violencia para no perder el país que consideraba solamente suyo, de su propiedad.
En los campos y ciudades empezaba a insinuarse el periodo de horror que se conoce como La Violencia.
Entre 1944 y 1948, hasta el día en que mataron a Jorge Eliécer, líder popular, abogado y profesor ilustre de la Universidad Nacional, ocupó la rectoría el maestro Gerardo Molina. La arremetida reaccionaria que siguió al asesinato de Gaitán frustró el programa renovador y quiso someter, con poca resistencia, la autonomía universitaria. Ya veremos qué tanto lograron.
[1] El Quinto publicará la totalidad de este trabajo, en entregas sucesivas.
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