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El silencio siempre protege al agresor. Por eso nada de esto puede pasar en vano.

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En Colombia no contamos vidas que se salvan, sino muertos que justifican un presupuesto.

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En Colombia no faltan candidatos: faltan ciudadanos que recuerden. El país no necesita un mesías, necesita memoria.

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En Medellín, la muerte no se esconde: se baila. Y a veces, se celebra al criminal como si fuera hijo pródigo.