
Francisco Cepeda López
Profesor y músico
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“Somos indignos de la ciudad que estamos generando”
RENZO PIANO (Arq.)
Después de la Segunda Guerra Mundial y, recorrido todo este tiempo, parece que la ciudad haya vuelto al modelo medieval en el que el centro histórico se va quedando vacío de habitantes y se convierte en la sede de actividades comerciales y terciarias y en el que aparece un nuevo burgo o suburbio mucho más desolado y extremo que el de antes, la periferia pobre y a veces miserable de casas anónimas o incluso de barracas, que depende de la ciudad rica para su supervivencia.
La ciudad de los años recientes (y no tanto), ha renunciado a sus características originales de ser lugar compartido de encuentro e intercambio, para convertirse en lugar de separa-ción y especialización. Ha elegido al ciudadano varón, adulto y trabajador como parámetro, y ha olvidado a los niños, a las mujeres, los ancianos, los discapacitados, los pobres y los extranjeros. Estos grupos han desaparecido de la ciudad, escondidos en casa o en lugares especializados, creados a propósito para ellos, cuando encuentran lugar “habitable”, o refugio bajo algún puente.
El discurso de la “seguridad” hace que las ciudades y las familias que la habitan o los transeúntes permanentes u ocasionales se encierren en sí mismos (noción del barrio) El mercado fragmenta la demanda (las demandas) para dirigirse a ofertas más solventes; la privatización de la ciudad. ¿Temor al terrorismo?, ¿Miedo a los estimulantes?
En las actuales sociedades urbanas es más difícil conocer las demandas sociales; la ciudad produce conformistas (sumisos, seguros) o transgresores, ambos margina-dores y excluyentes (exclusividades, marcas, logos, otras “distinciones” …)
El diseño de las ciudades modernas -a menudo- no está para satisfacer las necesi-dades y deseos de los niños, lo que lleva a su aislamiento y a la pérdida de oportunidades para su desarrollo… crear ciudades que sean más amigables e inclusivas para los niños, puede beneficiar a toda la población, ya que un entorno urbano pensado para los más jóvenes suele ser más seguro, accesible y agradable para todos.
El experto Jordi Borja (2012) nos comenta que las áreas centrales son cada vez menores y que la ciudad puede realizar sus potencialidades, si es accesible; las ciudades se han olvidado de los niños; el niño está cada vez más solo en casa… Al perder complejidad, el paisaje urbano ha perdido belleza, seguridad, sostenibilidad… las ciudades se han adaptado más a las exigencias de los coches que a las de las personas; por eso, se han convertido en lugares peligrosos e inhóspitos.
Un niño, a los ocho años (o desde antes) está condenado a un futuro “pensado” por adultos; sigue un modelo (nosotros); el modelo del mañana es el ayer o, máximo, el hoy. El ciudadano del futuro no es titular de derechos; mañana los tendrá; ¿es eso seguro?, ¿qué es más inseguro? La crisis del espacio público se manifiesta en su tendencia a la exclusión; la nueva cultura de la infancia es la cultura del presente, del niño de hoy. Pero el niño de hoy es inquietante, rompedor, revolucionario, porque es diferente.
Algunas administraciones, convencidas de las proposiciones registradas en libros , artículos, en mensajes de las redes informáticas y en multitud de conferencias ofrecidas por el mundo, han empezado a construir cambios a favor de los niños sin escucharlos directamente. “Si hacemos una ciudad a la medida de los niños, será una ciudad para todos”… Hacer ciudad es, ante todo, reconocer el derecho a una ciudad para todos … La ciudad solo es plenamente educadora si puede ser vivida como una aventura.
La idea central es que una ciudad que funciona bien para los niños, con espacios para jugar, aprender y socializar, también será una ciudad más agradable para los adultos. Esto se debe a que la presencia de niños en las calles y espacios públicos promueve la interacción social, la seguridad y la vitalidad urbana.
“No queremos un parque; queremos la ciudad”
Atendamos el reclamo de los niños en la planificación urbana y en la toma de decisiones que afectan sus vidas; considerar sus perspectivas, necesidades y deseos devendrá en la creación de espacios públicos más seguros, parques más atractivos, transporte público más eficiente y servicios más accesibles, lo cual se verá en el mejoramiento de la calidad de vida de los niños, al tiempo que contribuirá a crear comunidades más vibrantes, sostenibles y equitativas para todos.
Experiencias prácticas y resultados de diversos proyectos han confirmado los principales beneficios de la participación de los niños en los procesos de organización y mejora del ambiente urbano en dos órdenes: beneficios para el proceso y beneficios psicosociales: integración de perspectivas nuevas y más creativas, conocimiento específico en algunos dominios, abordajes independientes de las fuerzas dominantes (principalmente del tipo económico), posibilidad de responder mejor a las necesidades de un grupo social numeroso, garantía de abordajes y propuestas más prácticos, en fin, potencial de “contagio participativo” de otros actores adultos, y más.
Quienes buscan la manera de remozar “la democracia” deberían escuchar a los niños y los adolescentes y poner en práctica sus demandas.
Políticos, aspirantes a la conducción de asuntos públicos; no es una pregunta -es un requerimiento- acepten ese desafío de los niños, la ciudad que viene es la de ellos. La de ustedes, adultos, ya ha sido malgastada.
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