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Esta guerra, ¡Maldita Guerra! ¡Ya estoy dispuesta a morir! ¡Disparen! ¡No me violen!

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En este país, si nadie mira, el delito no existe. Y si alguien lo denuncia, es acusado de alterar el experimento.

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Cada día Fajardo se parece más al Petro candidato que tanto critica… ¿veremos también a un Fajardo presidente justificando sus alianzas con malabarismos éticos?

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En Colombia, cualquier llamado a la norma es percibido como un acto de injusticia. Aquí se cree que gana quien tenga más barra, la que haga más bulla. Pero el marcador sigue igual: ni con ayuda del VAR aceptamos las decisiones.

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El miedo no solo viene de lo que pasa, sino de lo que podría pasar, cuando el Estado no logra dar señales claras de autoridad.

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Lo razonable, es decir, lo reflexionado, lo pensado, lo complejo, lo denso, eso no sirve. ‘Las cosas claras’, le dicen al insulto.

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Hemos confundido el protagonismo con la autenticidad, la grosería con la valentía, la prepotencia con la verdad.

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Es posible promover una agenda juvenil en la que se resalte lo organizativo como un espacio seguro para desarrollar la formación política, la participación incidente y la defensa del territorio.

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Esto no es urbanismo: es una disputa ética. Una elección entre muros o puentes.