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Ahora que tengo setenta años reconozco cuánto te amé. También cuánto quizás me amaste. Entonces no lo sabía, pero era feliz a tu lado. La amistad es la perfección del amor.
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En Colombia, nuestras paradojas ya no solo inquietan: enseñan. Como parábolas sin predicador, nos obligan a interpretar y decidir si aprendemos… o simplemente repetimos el libreto con nuevos actores.
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Prefiero el desempleo brutal a la farsa sonriente del corporativismo emocional.